jueves, 21 de marzo de 2013

Ponencia: "Prostitución. Entre subjetivación y empoderamiento". Expositora: Claudia Isabel Mesina




TERCERAS JORNADAS NACIONALES ABOLICIONISTAS SOBRE
 PROSTITUCIÓN Y TRATA DE MUJERES Y NIÑAS/OS
2012




Ponencia: Prostitución. Entre subjetivación y empoderamiento

Eje 2: El abolicionismo frente a la prostitución y la trata de mujeres y niñas/os 

Expositora: Claudia Isabel Mesina

Facultad de Filosofía y Letras UBA,  Prof. Filosofía y Literatura. Feminista. Docente de los niveles primario, Medio y Terciario en Escuelas estatales, privadas y Bachilleratos Populares. Feminista e investigadora, partícipe de Proyectos de Reconocimiento Institucional en temáticas de Género, Docencia. Integrante colectivo Filosofar con chicos. Militante de CAUCE-BRECHA. Integrante de la Campaña Nacional contra las Violencias hacia las Mujeres.



Prostitución. Entre subjetivación y empoderamiento

El tratamiento de la prostitución como un problema y sus aristas volvió a estar en el centro de las discusiones feministas del presente año. Las discusiones giran en torno, una vez más, a pensar acerca de si la solución del problema de la prostitución  debe darse  por medio del abolicionismo o del reglamentarismo o prohibicionismo. Este año se produjeron dos presentaciones que reflejan posiciones encontradas relacionadas con el ejercicio de la prostitución. Por un lado se conformó el FAN, Frente Abolicionista Nacional. Entidad en la que dentro de sus objetivos principales se encuentra, por supuesto, la abolición del sistema prostituyente de redes de trata y prostitución, lo cual no debería ser una novedad para nuestro país, ya que ha firmado los convenios y se ha pronunciado como abolicionista[1]. El FAN se presenta a sí mismo en su documento de apertura de la siguiente manera:

EL FRENTE ABOLICIONISTA NACIONAL (F.A.N.) se constituye como una instancia de acción de las personas, grupos, y entidades de la sociedad civil que reunidas en Buenos Aires el 16 de julio de 2012, han resuelto adherir a sus objetivos, siendo el principal de ellos la abolición del sistema prostituyente, y la restitución plena de los DDHH a las personas afectadas.

El FAN se presenta como una instancia de acción que a partir de la abolición del sistema prostituyente  permite restituir los derechos humanos de las personas que realizan actividades dentro de esas redes de prostitución y trata, elemento que les parece esencial. Es por ello que el FAN tiene su fundamento principal en considerar que el ejercicio de la prostitución en las redes vulnera derechos humanos fundamentales, como la dignidad humana, el derecho a una vida autónoma sin ejercicio de violencia y sin ser tratadas como objetos o medios para la satisfacción de fines ajenos. Si bien reconocen que no es lo mismo el ejercicio de la prostitución dentro de las redes que fuera de ellas, piensan que tanto en una como en otra instancia hay derechos humanos vulnerados relacionados principalmente con los modos históricos en que las mujeres terminan realizando esas actividades.
Por otro lado, este año también se ha conformado la Red por el Reconocimiento del Trabajo Sexual, quienes en su carta de presentación afirman:

Consideramos el trabajo sexual como un servicio ofrecido por personas mayores de edad en pleno ejercicio de sus facultades, de mutuo consentimiento y sin coacción alguna de terceras personas para ejercer esta actividad. Es un esfuerzo personal para la comercialización de servicios con un fin económico, que origina un pago en dinero o cualquier otra forma de retribución. Es una parte o etapa de una actividad, de un proyecto personal para la formación y/o constitución de un bien capital o un fin determinado.  En el III Convenio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) se define a quien ejerce el trabajo sexual como “toda persona que consiente en mantener relaciones sexuales con un número indeterminado de individuos mediante remuneración”.

Estamos ante la presencia de dos posiciones que se oponen a la hora de contemplar la actividad como un trabajo sexual válido. La consideración del ejercicio de la prostitución como un trabajo es una concepción muy controvertida. La Red apoya el ejercicio de la prostitución como un trabajo válido cuando es ejercido de “mutuo consentimiento”. Esta posición no analiza los modos históricos en que las mujeres terminan ejerciendo esas actividades. Su concepción es meramente mercantilista en el sentido que lo considera como un intercambio de un bien capital al igual que cualquier otro servicio.
 El FAN considera que la prostitución no es un trabajo, y menos aún digno y que al destruir la dignidad humana, se vulnera un derecho humano básico. Todas estas cuestiones han sido objeto de largos debates, si la prostitución puede ser considerada un trabajo o no, si la prostitución es un trabajo digno, si es lo mismo prostitución que trata, si es necesario comprobar el consentimiento en mujeres mayores de edad[2], cuáles son los modos históricos en los que las mujeres llegan a ejercer la prostitución, quiénes son los que avalan este ejercicio, quiénes son los que protegen y ocultan el ejercicio de esta actividad, a quiénes reprimen los organismos de represión  y muchas más discusiones que todavía no están saldadas. La problemática que se abre es amplia y de múltiples aristas[3]. El panorama que se despliega  alrededor del ejercicio de la prostitución es amplio.
En principio advertimos que “prostitución” no es un término unívoco. Por un lado está la cuestión relacionada con la actividad en sí misma. Por otro lado, las consideraciones acerca de cuáles son los dispositivos que operan alrededor del ejercicio de la actividad con respecto a cómo llegaron las mujeres allí, si hay o no consentimiento de parte de ellas, cuáles son las prácticas a las cuales se hallan obligadas, cómo se regula la actividad, en qué condiciones materiales trabajan esas mujeres, qué cuidados se dispensan, el lugar que ocupan en sus sociedades, entre otras.  Lo cierto es que el ejercicio de la prostitución, sea considerado trabajo o no, no es una cuestión privada de quienes la ejercen sino una problemática social de la cual no nos podemos desentender.

EMPODERAMIENTO SÍ O NO

Una concepción relevante relacionada con el ejercicio de la prostitución gira en torno al empoderamiento y qué niveles de autonomía manejan las mujeres en situación de prostitución. Es evidente que no es lo mismo una mujer que trabaja en un servicio de Escort[4] de forma privada (aunque esto también habría que delimitarlo muy bien) y una mujer que está presa de las redes de trata sin poder disponer de su tiempo ni de lo que recauda por medio de la actividad que realiza. La prostitución es practicada como una actividad migratoria por muchas jóvenes estudiantes y universitarias de las grandes ciudades quienes generalmente tienen que ganarse la vida lejos de sus ciudades natales, sobre todo en algunos países europeos. Somos conscientes que en los países latinoamericanos la situación es mayormente muy diferente. Una autora que ha escrito sus propias experiencias en el ejercicio de la prostitución en estos términos es la francesa Virginie Despentes, quien describe la actividad en su libro Teoría King Kong, como una salida laboral mucho más provechosa, o en todo caso no muy diferente a otras ofertas laborales. Despentes defiende esta actividad, dice que ha practicado la prostitución en forma ocasional durante dos años de motu proprio en Lyon, Francia y sin presiones de ninguna red ni rufianes. Para ella es una actividad que además de ser más lucrativa que otras le ha permitido alcanzar un mejor bienestar económico. Lo realizó mediante un sistema de “minitel”, llamadas telefónicas anónimas, a partir de las cuales elegía a los clientes.
Despentes encuentra en el desarrollo de esta actividad aspectos negativos y positivos en un nivel no muy diferente al de cualquier otro trabajo. No ve a esta actividad como la panacea del trabajo ni tampoco la peor de todas. Para Despentes hay infinidad de personas que no trabajan en lo que les gusta o que no les gusta trabajar y de todos modos tienen que hacerlo. Ella lo describe así:


Odiaba trabajar. Me deprimía la cantidad de tiempo que dejaba en ello, lo poco que ganaba y la facilidad con la que gastaba el dinero. Miraba a las mujeres más mayores que yo, trabajando toda una vida de ese modo para poder ganar poco más que el sueldo mínimo y para que, cuando tuvieran cincuenta años, les echara la bronca el jefe de sección porque iban demasiadas veces a mear. Mes tras mes comprendía con detalle lo que quería decir llevar una vida de trabajadora honrada. Y no veía escapatoria posible. Ya en esa época había que contentarse con tener un trabajo. Pero yo nunca he sido razonable y me costaba conformarme.[5]

 Verlo como un trabajo, de alguna manera, plantea el supuesto de que es una actividad que se ejerce voluntariamente. Esto deja fuera al testimonio de muchísimas mujeres que no han podido elegir, ya que han quedado atrapadas en las redes de prostitución desde muy pequeñas arrastradas al ejercicio de la prostitución por sus padres o parejas o simplemente por rufianes. Más  allá que de adultas hayan podido desprenderse de las redes y puedan ejercer la actividad por cuenta propia, como lo propone Despentes ¿podríamos decir que es una actividad voluntaria?  Esta arista conduce la cuestión a su costado social. La prostitución ¿es o no es un problema social? Para Despentes es un problema social porque sostiene que a todo el mundo le concierne hablar de la prostitución como algo no deseable, es algo que está naturalizado en la sociedad de lo cual todo el mundo está de acuerdo que no se debe hacer y sobre lo que cualquiera opina. No así de otro tipo de actividades en las que las mujeres también están en inferioridad de condiciones. Afirma Despentes:

El tipo de trabajo que las mujeres no pudientes ejercen, los salarios miserables a cambio de los cuales venden su tiempo, eso no le interesa a nadie.[6]

El tratamiento del problema se desarrolla en el orden de los discursos hegemónicos acerca de qué es lo que debe hacerse y qué no. Para Foucault el discurso acerca del sexo no está prohibido en las sociedades modernas pero sí sus límites y su manera cifrada de hablar acerca de él en general, teniendo en cuenta que estamos hablando de una actividad marginal esos discursos están mucho más perimidos por la carga moral que tiene. Para Foucault:

[…] lo propio de las sociedades modernas no es que hayan obligado al sexo a permanecer en las sombra sino que ellas se hayan volcado a hablar del sexo siempre, haciéndolo valer, poniéndolo de releve como el secreto.[7]

Esta delimitación del discurso del sexo a lo oculto, a lo perimido juega un papel predominante en el análisis del poder acerca del ejercicio de la prostitución y la consideración de quienes están involucradas en esa actividad. Pero la relación entre sexo y poder para Foucault es negativa, de “rechazo, exclusión, desestimación, barrera”. Si esto es en el ámbito del sexo en general, lo será mucho más en prácticas marginales como la prostitución.
Despentes analiza el abolicionismo dentro de similares parámetros, piensa que se plantea la abolición de la prostitución, o cierta regulación como en Francia, al retirarla de las grandes ciudades y confinarla a los espacios más despoblados como los bosques para sacársela de la vista, como guardar la basura debajo de la alfombra. Para la autora esta es una exigencia de la familia tradicional, particularmente de las mujeres casadas quienes ven a las prostitutas como una competencia, por lo cual no permiten que sea posible realizar su trabajo en condiciones legales más favorables. Despentes ve con buenos ojos la reglamentación del sector para las mujeres que prefieren ejercer la prostitución como una vía de trabajo opcional.
Más allá de estas consideraciones es advertible que la emancipación de la que dice gozar Despentes no es la misma que la de las mujeres que trabajan en los barrios y suburbios de Buenos Aires y las grandes ciudades latinoamericanas. Hay un proceso de empoderamiento que se produce en Despentes, o que ella siente así, que no se advierte en muchas de aquellas mujeres. No se puede decir lo mismo de muchas mujeres y niñas latinoamericanas que trabajan en condiciones de extrema vulnerabilidad para rufianes o son presas de las redes de trata. Inclusive si hablamos de mujeres que trabajen por su cuenta y no para rufianes o redes hay muchísimos relatos de experiencias muy traumáticas, a tal punto que muchas terminan en la muerte.
El principal problema que plantean tanto en  AMMAR Capital, Asociación de Mujeres Argentinas por los DDHH y AMMAR Córdoba, Asociación de Mujeres Meretrices Argentinas (CTA),  según sus propias experiencias es que la autoestima de una mujer en situación de prostitución es tan baja que un bien elemental como el cuidado de la salud se deja de lado por considerar su subjetividad en un plano inferior al resto de las mujeres y demás personas. Es por ello que estas organizaciones promocionan y coordinan talleres de cuidado de la salud, culminación de estudios primarios, reparto de preservativos gratuitos, impresión de folletería con instrucciones para el cuidado de la salud, prevención de VIH y otras enfermedades de transmisión sexual (ETS), programas de promoción de derechos humanos, civiles, sociales y políticos, talleres con perspectiva de género, etc.
  Para  AMMAR Córdoba no es posible prevenir las ETS y otras sin un fortalecimiento de la autoestima que  promocione que las mismas mujeres deseen cuidarse y valorarse como seres humanos igual que el resto de la población. Para esta organización la promoción de talleres ha sido de gran impacto para mejorar la calidad de vida de estas mujeres. Al mismo tiempo, es de valorar que se produce un proceso de empoderamiento que no estaba dado antes de que estas organizaciones existieran. Estas organizaciones son parte activa de este proceso de empoderamiento que cumple un rol que debiera cumplir el Estado, cuyas políticas públicas dedicadas al sector son insuficientes o casi nulas. El objetivo de estas estrategias es la sensibilización colectiva, el establecimiento de redes de apoyo y protección contra los procedimientos policiales y el tratamiento legal que se les da a estas mujeres. Todas estas estrategias se dan no sin obstáculos, ya que se desarrollan en un marco de falta de recursos, de una construcción social negativa hacia el sector, de represión de las fuerzas policiales, etc.
Como dijimos anteriormente, la noción de trabajo en el ejercicio de la prostitución es problemática. Si para analizar la cuestión nos centramos en la discusión acerca de la diferencia esencial entre trabajo-no trabajo, llegamos a un impasse, no podemos avanzar ya que es imposible que las posiciones concilien. Pero si nos centramos en la diferencia a partir de la noción de empoderamiento, sí podemos lograr acercamientos entre ambas posiciones que terminan siendo, de alguna manera, positivos tanto en sentido objetivo como social, político. Es decir, en sentidos que puedan traducirse en proyectos de intervención que tengan como objetivo un proceso de empoderamiento de las mujeres en situación de prostitución.
Ambas posiciones, como ya advertimos, confluyen en entender como necesaria la organización de las mujeres, la educación, el conocimiento de métodos de protección de la salud. Ambas posiciones consideran que es necesaria la reconstrucción de la autoestima al permitir el cuidado de la salud basado en la autovaloración personal. Todas estas estrategias actúan en vías del empoderamiento de las mujeres.

PROSTITUCIÓN. INTERCAMBIO DE QUÉ.
Si nos centramos en qué es lo que se intercambia en un “servicio” que presta una mujer al prostituirse es más difícil separar las posiciones. Para una mujer más o menos empoderada, lo que entrega a otro en ese contrato es algo que ella tiene y que se evidencia diferente a la alienación del trabajo dentro de las relaciones de producción capitalista. ¿Qué es lo que diferencia a Virginie Despentes de muchas mujeres latinoamericanas en estado de prostitución que trabajan en burdeles, para rufianes o no? ¿Qué es lo que se entrega al “cliente” a cambio de un valor monetario? ¿Cuál es la diferencia entre la prestación de este “servicio” y cualquier otro? Para la catedrática estadounidense  Catherine Mackinnon lo que el “cliente” compra no es un servicio, lo que se compra en ese acto  es you do what I say  “hacé lo que te digo”. Al estar la sexualidad ligada a la construcción de la identidad y la subjetividad, la sumisión construye una subjetividad perimida. MacKinnon, en una Conferencia en el Encuentro Internacional sobre Violencia de Género organizado por la Defensoría General de la Nación Argentina en la Facultad de Derecho en el 2010, dice que "el dinero coacciona el sexo en la prostitución, que representa una violación serial” debido al número de veces que una mujer realiza este supuesto “servicio” por año. Dice MacKinnon:

Cada mujer prostituida atiende unos 7 mil hombres por año haciendo disociación entre el ‘Yo’ y el mundo para sobrevivir, y el comprador (cliente) entiende esa necesidad como ‘consentimiento’: esto es ideológico, por lo cual penalizar al comprador baja su privilegio[8].

La construcción de una subjetividad bajo estos parámetros da como resultado una subjetividad desdoblada, alienada por completo, disminuida, subjetividad que está atravesada por lo que MacKinnon llama ideología, y esa ideología, ese “hacé lo que te digo” patriarcal permea todos los estamentos de la sociedad. Los discursos hegemónicos, los términos, “no sólo designan sino que además forman y enmarcan”[9] las subjetividades.
¿Qué es lo que se entrega en el ejercicio de la prostitución? Lo que se entrega en el intercambio de una sexualidad mercantilizada parece ser algo que va más allá de un “servicio”, lo que entrega una mujer en situación de prostitución, está en el orden de los cuerpos, de los deseos más íntimos, lo que se entrega satisface los deseos masculinos ¿qué hay de los deseos de las mujeres en estado de prostitución? Ese “servicio” prestado produce una objetivación de la mujer como objeto de satisfacción de la sexualidad ajena y conforma una subjetividad disminuida. ¿Cómo se llegó históricamente a esta situación? Para Foucault la propia subjetivación es ya una forma de sujeción. Si esto es así, entonces la mujer está en ese lugar doblemente sujetada porque ha sido llevada ahí por mecanismos de poder, dispositivos sexo-generizados atravesados por condiciones de clase que han hecho que ciertas mujeres ocupen ciertos lugares al servicio del deseo de ciertos varones ¿Es deseable este tipo de subjetividad?
¿Cómo se sale de esto? Para Teresa de Laurentis el género está constituido por tecnologías de género que controlan las representaciones de los discursos hegemónicos. Esos discursos promueven e implantan representaciones de género. Pero por fuera de estos discursos, en los márgenes, en las prácticas micropolíticas “estos términos pueden tener también una parte en la construcción del género, y sus efectos están más bien en el nivel “local” de las resistencias, en la subjetividad y en la auto-representación”.[10] Es decir que es posible la construcción de géneros resistentes a los discursos hegemónicos así mismo como subjetividades y prácticas  emergentes ¿Esto significaría que la solución podría estar dentro de organizaciones como AMMAR y no de parte del Estado? Hay quienes ponen la solución del ejercicio de la prostitución por el Estado fundamentalmente en la abolición del sistema y el cierre de burdeles, o en la prohibición del sector, es decir en su poder jurídico de negación, de oposición. Esto ya está comprobado históricamente que no sirve, sino solamente para que haya un reacomodamiento del sector, nuevos disfraces para una actividad que es muy rentable y compra voluntades. Es decir, si el modelo de solución estatal de esta problemática es esencialmente jurídico, como ya vimos más arriba, el problema de la falta de empoderamiento de las mujeres no se soluciona, el problema de la falta de trabajo que ocasionaría el cierre de burdeles no se soluciona, el problema del cuidado de la salud de esas mujeres no se soluciona, el problema del patriarcado no se soluciona. El problema es complejo y requiere soluciones complejas, en una sociedad que disciplina los cuerpos, en una sociedad en donde la representación de la mujer en los medios de comunicación es la de un objeto mediante el cual se mercantiliza cualquier tipo de productos, en una sociedad con una educación sin perspectiva de género, en una sociedad con una justicia sin perspectiva de género que permite feminicidios sin hacer nada,  en una sociedad en la cual se “penaliza” a las mujeres que caen en un hospital con signos de haberse practicado un aborto clandestino interviniéndola sin anestesia y sin un gramo de cordura, en una sociedad en estos términos la simple abolición del sistema prostituyente no logrará absolutamente nada. Es más, empeorará la situación de muchas mujeres en estado de prostitución. Quizá debamos buscar la constitución de una nueva subjetividad, buscar la grieta que permita la discontinuidad de una subjetividad hegemónica, como sostiene Butler, una “elaboración radical de la subjetividad formada en y contra la hegemonía histórica del sujeto jurídico”[11], una resistencia a reconocer lo que nos quieren hacer creer que somos e “imaginar y desarrollar lo que podríamos ser”, como sostiene Foucault y agrega:

La conclusión sería que el problema político, ético, social, filosófico de nuestra época no es intentar liberarnos del estado y las instituciones del estado sino liberarnos del estado y el tipo de individualización que se vincula a él. Tenemos que promover nuevas formas de subjetividad mediante el rechazo del tipo de individualidad que se nos ha impuesto durante varios siglos.[12]

Para MacKinnon "Las mujeres pueden imaginar una vida sin el sexo a la venta". ¿Será posible imaginar una sociedad así? Y si es posible ¿cuáles son las vías de intervención a las que tenemos que acudir? Para la solución del problema ¿Será posible una solución en los márgenes, en las resistencias, en la subversión de los discursos hegemónicos, en las prácticas micropolíticas sin contar con la intervención del Estado o habrá que pensar nuevas formas de intervención?



Bibliografía
Butler, Judith, Mecanismos psíquicos del poder. Teorías sobre la sujeción, Valencia: Cátedra, 1997
De Laurentis, Teresa, La tecnología del género,
Despentes, Virginie, Teoría King Kong,  España: Melusina , 2007
Foucault, M., Historia de la sexualidad 1: La Voluntad de Saber, Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2008
Mackinnon, Catherine,  Conferencia en el Encuentro Internacional sobre Violencia de Género organizado por la Defensoría General de la Nación en la Facultad de Derecho de la UBA, 2010





[1] Argentina ha firmado el Convenio para la Represión de la Trata de Personas y la Explotación de la Prostitución Ajena, (resolución 317(IV), elaborado por Naciones Unidas el 2 de diciembre de 1949 como una Carta de Derechos Humanos, la CEDAW, Convención contra toda forma de discriminación hacia las mujeres, el pacto de San José de Costa Rica, el Tratado de Derechos  Económicos, Sociales  y Culturales, entre otros convenios.
[2] Esta es lo que aparece en  la Ley 26.364 donde se hace un tratamiento del consentimiento de forma tal que se permite la posibilidad de la trata de personas en mujeres mayores de edad al penalizar sólo la trata en menores de 18 años.
[3] La principal de estas contiendas quizá haya sido la que han sostenido entre AMMAR Capital, Asociación de Mujeres Argentinas por los DDHH  quienes suscriben el documento del FAN y AMMAR, Asociación de Mujeres Meretrices Argentinas,  Nacional con su sede principal en Córdoba quienes se hayan afiliados a la CTA, Central de Trabajadores Argentinos y quienes son parte de la Red de Reconocimiento del Trabajo Sexual junto con el apoyo de varias universidades nacionales y con reconocimiento internacional de la Red de Mujeres Trabajadoras Sexuales de Latinoamérica y el Caribe, que agrupa a organizaciones de 15 países de la región, quienes están exigiendo a la OEA que reconozca la legalidad de su trabajo y promueva el castigo a la violencia que se ejerce contra ellas en la región.

[4] “Una escort es una mujer que cobra 1.000 euros sólo por saludarte”, es la definición de alguien que tiene el privilegio de tener a una de ellas como amiga. “Suelen ser chicas jóvenes, universitarias, cultas, con físicos imponentes. Algunas son muy mediáticas, están relacionadas con el mundo de la televisión. Llegan a cobrar más de 12.000 euros sólo por acompañar a quien se lo pueda permitir durante un fin de semana a un país árabe. Otras veces, sólo dan conversación: puede suceder que ella tenga más carreras que quien las contrata, que suelen ser políticos, empresarios, personajes de la nobleza o de la cultura”  http://www.elconfidencial.com/cache/2008/10/20/salud_58_escorts_prostitutas_potentados.html

[5] Despentes, Virginie,Teoría King Kong, , España: Melusina , 2007,  p. 53
[6] Idem, p. 49
[7] Foucault, M., Historia de la sexualidad 1: La Voluntad de Saber, Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2008. Pag. 38
[8]  Mackinnon, Catherine,  Conferencia en el Encuentro Internacional sobre Violencia de Género organizado por la Defensoría General de la Nación en la Facultad de Derecho de la UBA, 2010
[9] Butler, Judith, Mecanismos psíquicos del poder. Teorías sobre la sujeción, Cátedra, Valencia, pág. 106

[10] De Laurentis, Teresa, La tecnología del género, Pag., 25
[11] Butler, Judith, Mecanismos psíquicos del poder. Teorías sobre la sujeción, Cátedra, Valencia, pág. 114
[12] Foucault, M., The Subject and the Power citado por Butler, Judith, Mecanismos psíquicos del poder. Teorías sobre la sujeción, pag., 114

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