lunes, 18 de marzo de 2013

Ponencia: "Feas, sucias y malas. Sobre ciudadanía, medios y prostitución." Expositora: Magalí Batiz




TERCERAS JORNADAS NACIONALES ABOLICIONISTAS SOBRE PROSTITUCIÓN Y TRATA DE MUJERES Y NIÑAS/OS
2012







Ponencia: Feas, sucias y malas. Sobre ciudadanía, medios y prostitución

Expositora: Magalí Batiz

Eje 9: Medios de Comunicación



Me propongo analizar de qué manera se construyen la identidad de “vecino” en el discurso de los medios sobre las zonas rojas. Cómo subyace en estas construcciones una idea de ciudadanía restrictiva y cómo discursivamente se fundamenta la expulsión de las putas del espacio público común. Para esto tomo dos periódicos; el Diario El Día de la ciudad de La Plata en el año 2012 el debate en torno al proyecto de desplazamiento de la zona roja al Bosque de la ciudad y una nota del Diario Coronel de Diario Clarín publicada el 1° de abril de este año que a mi entender condensa una visión hegemónica sobre lo que me propongo analizar. Sin pretensiones de exhaustividad por supuesto, sino como un pequeño aporte a la problematización de los discursos mediáticos sobre la prostitución.

Parto de la idea de M. Foucault sobre los discursos como producciones-productoras, reguladas y reguladoras de la vida social que operan como tecnologías de sujeción social, de producción y reproducción de la subjetividad y de la teoría de Laclau y Mouffe sobre las identidades políticas como estructuradoras de lo social. También tomo de ellos la idea de antagonismo como mecanismo político elemental para la delimitación de una frontera social. El establecimiento de esta frontera hace posible la constitución de una identidad. La identidad es política, contingente y no está atada a contenidos preestablecidos, se construye a través del antagonismo, es así, producto de una operación hegemónica. En los discursos que analizo, la frontera es  constitutiva de la identidad de “vecino”. La “otredad constitutiva” o “exterior constitutivo” del vecino es la puta, la frontera queda así delimitando a su vez la noción de ciudadanía ya que desde mi visión “vecino” es uno de los clivajes discursivos principales para referir a la misma. La delimitación de una frontera se torna esencial para comprender cómo funcionan esos procesos de exclusión a partir de los cuales se define la ciudadanía. Esta, es recreada como un significante en disputa que también se encuentra precariamente articulado por operaciones hegemónicas. Los medios gráficos en este caso funcionan como la arena política donde se definen estas diferencias temporalmente y operan como tecnologías reguladoras que articulan el imaginario social y tienen poder normalizador sobre los cuerpos y las vidas.

Desde el título de la nota publicada en diario Clarín el 1° de abril de este año escrita por Darío Coronel ya opera una demarcación que se convierte en antagónica: “Crece la zona roja de Flores y los vecinos viven amenazados”: las putas no entran dentro de la categoría de “vecinos”. No solo eso, sino que las putas comienzan a significarse como una “amenaza”. Esta forma de adjetivar a los vecinos: “amenazados” va a ser el tono que con que durante toda la nota el periodista se va a referir a la relación que se entabla entre dos categorías de sujetos que se proponen antagónicas en sus intereses y en sus demandas: las putas y los vecinos.
La idea de amenaza es a su vez acompañada de la de expansión de la misma, cual peste:

Están por todo el barrio. No sólo en las esquinas. Andan, también, a metros de colegios primarios y secundarios, del hospital Alvarez y de iglesias, como si nada. Hay prostitutas dominicanas, argentinas, paraguayas y travestis, divididos en tres turnos.”



Desde esta construcción discursiva podríamos pensar que las putas no tienen derecho de acceso a colegios primarios (donde probablemente se encuentren sus hijos/as) a los hospitales o a las iglesias. Desde aquí opera la exclusión a la ciudadanía, el no derecho al acceso a espacios públicos y/o estatales y a la vez el no acceso a los derechos civiles: derecho individual a profesar religiones, enfermarse e ir al hospital, a la educación, etc.
En el copete de la nota ya se advierte una invisibilización que va a ser constante: la del cliente – prostituyente omitido de la idea de amenaza y del problema en general: Oferta de sexo en medio de casas y colegios La actividad aumenta en calles cerca de albergues transitorios, con mujeres y travestis incluso de día. Muchos vecinos se quejan por inseguridad, peleas y suciedad en sus veredas. Y piden más controles”. Al hablar de “oferta” el periodista está invisibilizando la demanda de prostitución además de asociar acríticamente: prostitución – inseguridad – peleas y suciedad como si todo esto tuviese como causa la presencia de las putas.

La perspectiva de amenaza se va afianzando a lo largo de la nota construyendo una idea fuerte de otredad que es constitutiva a la vez una idea exclusiva e excluyente de ciudadanía ligada al acceso a la propiedad:

Hay vecinos a favor y en contra. Vecinos que saben que compraron barato y se la tienen que bancar. Y hay vecinos enojados con otros vecinos. Es que cuando un grupo denuncia y logra echar a las prostitutas y travestis de su cuadra, automáticamente, se trasladan a otra esquina. Entonces, los que deben recibirlas, maldicen a los que las echaron antes”.

Siguiendo a L. Sabsay[1] podemos decir que la figura universalista de vecino está asociada a una cadena de correlativos: familia heterosexual nuclear y hogar privatizado figurados mediante el barrio y el hogar como propiedad privada. Este “vecino” se convirtió en un significante político capaz de dar expresión espacial a la figura más abstracta de ciudadano ideal.

La idea de ciudadanía siempre está asociada a un espacio, real o imaginario que delimita las fronteras de la misma. Es interesante pensar en este caso cómo se espacializa el antagonismo y cómo la identidad “vecino” que viene a representar la ciudadanía se materializa en ese espacio. Es de hecho a través de la espacialización que la categoría “vecino” cobra sentido: el vecino es aquel que “pertenece” al barrio, a la ciudad, y estos marcadores territoriales especializan la pertenencia imaginaria a la comunidad.[2] Discursivamente se abona la idea de “invasión” de las putas del espacio que no les es propio por definición y de esa forma se justifica su expulsión. El antagonismo queda así espacializado y la frontera social se sustancializa. Como dice Sabsay, las condenas morales operan como una demanda que pretende excluir al “otro” del espacio imaginado por la comunidad visto como universal y homogéneo. Este territorio común universal es materializado  espacialmente a través de significantes como “el barrio”, “la calle”, “la ciudad”. “La figura de vecino figurada como representante de los valores de la comunidad era ya una metáfora espacial de esta frontera moral a través de la cual la noción de ciudadanía estaba siendo delimitada” [3]
Dentro de los discursos de los medios analizados podemos ver ejemplos de la utilización de estas metáforas espaciales:

Se extiende la zona roja, “La prostitución gana espacio en la calle”, “Ahora abarca desde el Policlínico a 8 y 58. Inquietud de vecinos y comerciantes por un fenómeno que se va metiendo en los barrios” Titular del Diario El Día 08/05/2011


“Una mancha roja que cada vez se extiende más por la Ciudad” Titular Diario El Día. 28/11/2001

Siguiendo a Chantal Mouffe creo que la creación de una frontera social poderosa en términos de eficacia política en este caso implica la moralización de los términos de definición de las categorías que se oponen. Así opera en términos de Mouffe la moralización de la política y el antagonismo constitutivo se traduce en términos de “bueno” y “malo”.[4] Las putas asociadas a la suciedad, el peligro, la inseguridad, lo desagradable en confrontación con los niños, la familia y las buenas costumbres. Por ejemplo la nota del Diario El Día del 21 de junio de este año en razón del proyecto de mudanza de la zona roja dice:

 “Según un análisis elaborado por la presidencia del Concejo Deliberante esas calles comprenden cinco barrios del casco urbano donde los vecinos vienen denunciando diferentes hechos de inseguridad que, señalan estarían directamente vinculados con la oferta sexual callejera. En ese marco, se cuentan robos, arrebatos, peleas y agresiones con armas de fuego y cuchillos. En esas calles algunas de las personas que ejercen la prostitución y sus “clientes” ensucian las veredas con orines, botellas y latas de bebidas y otros elementos que hacen a la insalubridad con preservativos usados o artículos de estipulación sexual que suelen aparecen tirados junto a los árboles”
Del otro lado de la frontera moral están los vecinos que así se expresan: “Tenemos familia, hijos y podemos recibir agresiones volviendo a casa de noche solas”.

Como dicen Sonia Sanchez y María Galindo en su libro “Ninguna mujer nace para puta[5] la puta es omitida en todos estos discursos. Es omitida en todos los debates incluso en los debates sobre prostitución “porque no existimos en el imaginario colectivo como personas” dice Sonia. Esta idea quiero reforzarla con otra de Judith Butler quien plantea en “Cuerpos que importan” que a través del establecimiento de fronteras que separan los cuerpos inteligibles de los abyectos (no pudiendo ser estos últimos legibles como suficientemente humanos y por tanto tratados como ya muertos socialmente), la delimitación restrictiva de la ciudadanía no se limita al acceso limitado a ciertos derechos sino que involucra la misma definición de la categoría de persona.[6] 

En este punto entiendo que la frontera trasciende los límites de la ciudadanía para instalarse en los de la definición de persona.
Podemos ver un ejemplo de lo anterior en este párrafo de la nota de Clarín antes mencionada:

“Cuando los vecinos dicen que el barrio cambió se refieren a que los clientes frenan sus autos y las llaman: les preguntan “cuánto cobran” a las señoras o chicas menores que salen a hacer las compras, confundiéndolas con las prostitutas”.

La zona roja se instala así siguiendo a Sabsay en un terreno entre lo decible y lo indecible, una zona gris entre lo visible y lo invisible sobre la que se produjo una “guerra de fronteras”. Distintas metáforas en los medios nos hablan de este lugar entre lo decible y lo indecible que se constituye a la vez como tranquilidad ya que se contiene la “oferta sexual” en una zona delimitada y como amenaza ya que en ese lugar se hace “visible” lo que hipócritamente se mantiene en la clandestinidad: la industria del sexo. La violencia de la exclusión como dice Sabsay continúa siendo invisible.
La metáfora de la “mancha” antes citada da cuenta de esta indecibilidad.
A su vez las zonas rojas operan como espacio de suspensión de los derechos, de suspensión de la ciudadanía en el sentido Marshalliano: como categoría que identifica una relación de pertenencia a una comunidad en donde todos tienen un mismo status como miembros. Marshall afirma que puede haber desigualdades pero que estas tienen que ser contenidas y/o acomodadas en un concepto de ciudadanía, que se constituya en una comunidad en donde la pertenencia a la misma implica un sentido compartido de justicia que, por supuesto, excluye toda forma de desigualdades aberrantes.
La zona roja implica también la legalización “de hecho” de la explotación sexual. En las notas periodísticas analizadas no se pone en cuestión la existencia de las zonas rojas como territorio de exclusión y de vulneración de los derechos de las mujeres sino que lo que se pone en juego es su localización. Una de las últimas notas aparecidas en el Diario El día de la ciudad de La Plata respecto a la creación de una zona roja en el bosque da cuenta de esta no problematización de la existencia de las mismas por parte de los medios de comunicación:

Su transformación en ordenanza implicaría, cada noche entre las 22 y las 5, la delimitación de un “sexódromo” oficial en 52 entre 1 y 120, tramo en que se encuentra de un lado el Zoológico y del otro varias instalaciones policiales y deportivas, incluyendo Bomberos, Lucha contra el Narcotráfico, Policía Científica, Investigaciones Complejas y el club Hípico”. Diario El Día 24/06/2012

Para cerrar quería retomar a Marcela Lagarde que dice que la ciudadanía implica a las mujeres en tanto categoría genérica: “Aunque los códigos y las leyes modernas aseguran la “igualdad de los sexos”, todavía esa igualdad de acceso a la política civil no es una práctica social. En su lugar hay marginación, discriminación y opresión a las mujeres como género. Mientras la ciudadanía no sea una cualidad de identidad de todas, no habrá desaparecido esta dimensión de la opresión genérica, aunque tenga distintos grados y matices para cada mujer específica”. [7] Instaurar zonas rojas pone en jaque la ciudadanía genérica. Mientras exista y se reproduzca la prostitución, las mujeres todas vamos a estar como género excluidas de la ciudadanía. Mientras existan las zonas rojas, esos espacios donde las mujeres son explotadas impunemente, esas fronteras que nos separan al conjunto de las mujeres como género, la ciudadanía seguirá siendo una categoría formal que no refleja para nosotras acceso a la democracia.
Bibliografía

·         Bustelo Eduardo, Ciudadanía y Política Reflexiones acerca de los modelos de Política Social,disponible en www.uccor.edu.ar/proyecto.../4.../Bustelo-CiudadyPolitica.doc

·         Lagarde Marcela, Género y feminismo. Desarrollo humano y democracia, Ed. Horas y Horas, 1996.

·         Mouffe Chantal, En torno a lo político, Ed. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2007.

·         Sabsay Leticia, Fronteras Sexuales. Espacio urbano, cuerpos y ciudadanía, Ed. Paidós, Buenos Aires, 2011

·         Sanchez Sonia y Galindo María, Ninguna Mujer nace para puta, Ed. Lavaca, Buenos Aires, 2007.


[1] Sabsay Leticia, Fronteras Sexuales. Espacio urbano, cuerpos y ciudadanía, Ed. Paidós, Buenos Aires, 2011
[2]Idem, pag. 150.
[3] Idem, pag. 153
[4] Mouffe Chantal, En torno a lo político, Ed. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2007.
[5] Sánchez Sonia y Galindo María, Ninguna Mujer nace para puta, Ed. Lavaca, Buenos Aires, 2007.
[6] Citado por Sabsay, Idem.
[7] Lagarde Marcela, Género y feminismo. Desarrollo humano y democracia, Ed. Horas y Horas, 1996. pag 205.

No hay comentarios:

Publicar un comentario