lunes, 18 de marzo de 2013

Ponencia: "La Prostitución como trabajo: algunos aportes para el debate." Expositora: Delia Añón Suárez



TERCERAS JORNADAS NACIONALES ABOLICIONISTAS SOBRE PROSTITUCIÓN Y TRATA DE MUJERES NIÑAS/OS
2012






PONENCIA

La prostitución como trabajo: algunos aportes para el debate


Teoría Económica, Mercado de Trabajo  y Género


 Expositora: Delia Añón Suárez

Profesora en Lengua y Literatura Inglesas. UNLP. 1987
Especialista en Estudios de Mujeres y Género. UNLU. 2005
Maestranda en Estudios de Mujeres y Género. UNLU


Eje temático IV: Patriarcado, capitalismo y prostitución
  

Noviembre 2012
INTRODUCCIÓN



Resulta ineludible actualmente al ahondar en el tema prostitución incluir el reanimado debate acerca de si su práctica constituye o no un trabajo.
Al finalizar la carrera de Especialización en Estudios de Mujeres y de Género en la Universidad Nacional de Luján en 2005, y luego de cursar dos Seminarios de Doctorado en la Universidad de Granada en España, decidí que abordaría la prostitución para la tesis doctoral que para ese entonces había decidido realizar.
Así, comencé en el año 2006 con el trabajo de campo[1] que me había propuesto como puntapié inicial para aquella tesis, que consistiría básicamente en la recopilación de las voces de las mujeres prostituidas.[2]
Luego de experimentar diversos cambios en mis posturas teóricas a-priori, que hicieron que demorara mucho tiempo en la elaboración del marco teórico, y ante la apertura de la Maestría en Estudios de las Mujeres y de Género en la Universidad Nacional de Luján, decidí cursar la carrera, y abordar el tema prostitución para la tesis final que se requiere.
Y es que el tema me sigue resultando extremadamente atractivo en tanto – considero – condensa en sí todas las situaciones de desventaja en que nos encontramos las mujeres, ya que es - al decir de Nuria Varela[3] - el cruce más álgido entre los dos sistemas de dominación hegemónicos: capitalismo y patriarcado.
De ahí lo pertinente de la temática para el este trabajo, pensado desde la  de teoría económica, mercado de trabajo  y género: como puntualizara al comienzo, la discusión acerca de si el ejercicio de la prostitución debe considerarse o no trabajo – debate que ya parecía adormecido en los feminismos de nuestro país porque existía una especie de consenso – aunque no explícito a veces – en ver a la prostitución como una situación que sumerge a las mujeres en una forma de violencia socialmente legitimada, ha recobrado fuerza en estos últimos tiempos.
Ya desde principios de este nuevo siglo, cuando la esclavitud es indefendible por parte de ningún grupo por más extrañas sean sus posturas, aparecen en Argentina organizaciones sindicales que inauguran locales en diferentes puntos del país, organizando la actividad.
Se pasa a hablar de “trabajadoras sexuales” en vez de “prostitutas”. Algunas colectivas del movimiento de mujeres se inscriben en esta postura, y el debate renace: porque este cambio de denominación – que acompaña a posturas políticas e ideológicas – pretende dar por saldado un debate en el que nunca se llegó a la profundidad que muchas consideramos necesaria.

Y es que hacerlo va al corazón mismo de una discusión que supera ampliamente el marco anecdótico con el que muchas veces son citadas las investigaciones producidas por los Estudios de Mujeres y de Género, a modo de “nota de color”. Hacerlo pone en cuestión la lógica misma del capitalismo – que no todos los feminismos cuestionan. Interpela la “moral” y la “ética” capitalistas.
En este camino, estamos empezando a profundizar tímidamente en un debate en el que pocas veces encontramos las voces de las mujeres que viven esta realidad. En efecto, las pocas que se hacen oír pertenecen a las dirigentes de estos sindicatos mayoritariamente; alguna que otra voz perdida  - sobre todo de travestis – en algún programa televisivo que banaliza la realidad y exalta el morbo de los televidentes.
Ninguna otra: cuando llega algún eco de las voces de las mujeres que ejercen la prostitución, siempre aparece mediada, citada en forma indirecta y poco precisa por alguna feminista académica, o funcionaria de algún “área de género”. Y sus dichos extrañamente acompañando a rajatabla una postura dada: reglamentarista o abolicionista por lo general.[4]
Sin matices intermedios. Y en esa falta de matices quedan encerradas las vidas concretas de mujeres concretas que, por ejemplo, pierden su fuente de ingresos – ni más ni menos que su capacidad de subsistencia – ante un allanamiento muy promocionado como “golpe duro a la trata”, sin que las instituciones involucradas resuelvan la situación concreta de desempleo de las mujeres “liberadas” previamente.
Porque otro giro interesante del discurso hegemónico que intentaré fundamentar es el de la coexistencia de un “combate a la trata” junto con una “legitimación de la prostitución consentida”. Como si se tratara de dos fenómenos de diferente origen.
Creo que viendo a través de la historia de las teorías económicas las definiciones de trabajo que se han ido sucediendo, teniendo en cuenta también los aportes de los feminismos al tema, sumando los aportes que podamos aplicar de las teorías del uso del tiempo, y contrastándolos con las voces de mujeres que viven esa realidad y su percepción de la actividad – porque en todos los casos aluden a ella y a su uso del tiempo libre; podremos tener más y mejores herramientas para visualizar  si podemos considerar a las mujeres prostituidas como empleadas o no.



RECORRIDO TEÓRICO


Rosario Aguirre sostiene que  “Una creciente literatura sociológica, tanto teórica como empírica, pone de manifiesto que los niveles de bienestar de las personas y de las sociedades se sustentan tanto en el aporte de trabajo para el mercado como en el que se realiza en el ámbito de las relaciones privadas y en la esfera de las organizaciones sociales. La redefinición de la noción de trabajo para incorporar al trabajo no remunerado supone una ruptura conceptual necesaria para dar cuenta de parte de las actividades humanas que generalmente quedan en la sombra porque no pasan por el mercado”.[5]

En su escrito, plantea la necesidad de diferenciar trabajo de empleo, y señala que “una importante corriente de autores plantea la necesidad de formular una definición de trabajo congruente con la realidad social y que incluya a todas las actividades que contribuyen a la supervivencia material”.[6]

Aunque muy acertada, si nos quedamos sólo con este tipo de visiones para abordar la prostitución corremos el riesgo de no ahondar lo suficiente en los componentes que acompañan a esta actividad o modo de subsistencia, y que exceden ampliamente los análisis provenientes del campo de la economía.

Maribel Mayordomo Rico señala que “la situación económica de las mujeres en sí misma no fue, en ningún caso, un tema prioritario. De hecho, siempre que trataron asuntos relacionados con ellas lo hicieron a partir de un discurso moralizador y poco `económico´; tomaron como un dato la situación de las mujeres (apelando casi siempre a `leyes naturales´ o a una inferioridad de las mujeres en su carácter, inteligencia o fuerza) sin cuestionarse las relaciones de género implícitas a tal supuesto.”[7]

Otro valioso aporte, pero que también puede ser interpelado si de prostitución se trata. Porque por un lado,  las corrientes legalizadoras mayoritariamente sólo tienen en cuenta indicadores económicos para sostener su postura, evitando prolijamente entrar en un debate moral o ético. Y minoritariamente, los feminismos que adhieren a esta corriente invitan a no caer en discursos moralizantes que restringen la libertad de las mujeres en el ejercicio de su sexualidad, pero sin cuestionar si la “sexualidad” puesta en juego en la prostitución es  la sexualidad que las mujeres reclamamos como derecho, o si realmente nace de una legítima libertad.

Y, por otra parte, estas corrientes tampoco se detienen a cuestionar las desigualdades de género implícitas en el “comercio sexual”, reclamo que la autora realiza.

Aceptando la propuesta del texto citado a pensar en términos económicos, trato de visualizar que lugar le darían las distintas corrientes de la economía a la prostitución.

La autora expresa que Adam Smith realizó escasas y breves alusiones al trabajo remunerado femenino, y lo atribuye al hecho de que el pensamiento liberal moderno cruzaba los órdenes económico, social y moral; haciendo que las actividades de mercado se consolidaran como el “espacio en torno al que giraba el nuevo sistema capitalista”.[8]

Así, quedaban trazadas las esferas pública y privada, con su consecuente división sexual del trabajo: se naturalizaban las actividades de las mujeres (cuidado, reproducción), y eran excluidas de la economía política.

Pese a que parte de esta corriente – como John Stuart Mill – incorporaron al debate la equiparación de los derechos de las mujeres, su aporte quedaba encorsetado en un reclamo de derechos civiles, que tampoco arrojan demasiada luz a la discusión acerca de la prostitución como trabajo.

De este modo, concluyo que por las características de la actividad, se la consideraría básicamente como una que – por darse en la esfera de lo privado por un lado, y por no ser “moralmente aceptable” según los cánones impuestos a las mujeres – quedaba fuera de la órbita de análisis.

Quien sí incluye en forma explícita el rol de las prostitutas es Engels.[9] Propone la supresión de la familia individual como unidad económica de la sociedad; y define al matrimonio contemporáneo como “la monogamia con sus complementos, el adulterio y la prostitución.”[10]

Citaré diferentes menciones directas que hace del tema:

“Caminamos en estos momentos hacia una revolución social en que las bases económicas actuales de la monogamia desaparecerán tan seguramente como las de la prostitución, complemento de aquélla.”[11]

“Porque con la transformación de los medios de producción en propiedad social desaparecen también el trabajo asalariado, el proletariado, y, por consiguiente, la necesidad de que se prostituyan cierto número de mujeres que la estadística puede calcular.”[12]

“¿No bastará eso para que se desarrollen progresivamente unas relaciones sexuales más libres y también para hacer a la opinión pública menos rigorista acerca de la honra de las vírgenes y la deshonra de las mujeres? Y, por último, ¿no hemos visto que en el mundo moderno la prostitución y la monogamia, aunque antagónicas, son inseparables, como polos de un mismo orden social? ¿Puede desaparecer la prostitución sin arrastrar consigo al abismo a la monogamia?”[13]

Es cierto que de sus dichos se puede colegir una visión mucho más amplia del tema prostitución de la que motiva este trabajo: en realidad, podemos observar que Engels ve al vínculo matrimonial capitalista como prostituyente en sí mismo – i.e. todas las mujeres quedamos prostituidas por este vínculo – debido a la desigualdad jerárquica existente entre varones y mujeres en el reparto de bienes; a la transformación de todas las cosas en mercancías – incluidas las mujeres; y al reemplazo de conductas históricas heredadas por el “libre” contrato.

Este matrimonio moderno – señala Engels – “ha consistido, sobre todo, en rebajar la situación de las mujeres y facilitar la infidelidad de los hombres.”[14] Y esto tiene que ver sin dudas con el consumo de prostitución.

Resulta también significativo lo que sostiene respecto de la esclavitud, “que alcanzó su desarrollo máximo bajo la civilización, realizase la primera gran escisión de la sociedad en una clase explotadora y una clase explotada.”[15]  En efecto, podemos inferir que en lo que a las mujeres respecta en general – y a las mujeres prostituidas en particular, el capitalismo y el patriarcado nos ubican del lado de los explotados.

Acerca del pensamiento neoclásico contemporáneo, sostiene Giuseppina Sara Da Ros que “al analizar el mercado de trabajo del lado de la oferta, el enfoque neoclásico de la teoría del capital humano parte de dos principios básicos: la existencia de una competencia perfecta y la determinación de niveles salariales en función de la productividad y, por ende, de las características del capital humano, el causante de la diferente valoración de hombres y mujeres. Este último no se mediría simplemente en función de los años de educación formal recibidos sino también de la experiencia y capacitación adquirida. De ahí que las mujeres, al acumular menos capital humano, por la prioridad que darían al ámbito familiar, tendrían menores niveles de ingreso.” [16]

El párrafo citado encierra en sí todas las preguntas que podemos hacernos a la hora de abordar la discusión que se desprende de considerar si la prostitución es trabajo o no.

En primer término, si analizamos el tema desde el lado de la oferta, invisibilizamos el debate acerca del grupo que consume/demanda. Ponemos el foco en las mujeres prostituidas, en vez de preguntarnos por las causas que llevan a los varones a ser consumidores/prostituyentes. Así, centrando la cuestión en la oferta con lo que connota para el ámbito de la economía, dejamos fuera de consideración aspectos tan relevantes como la reproducción de los patrones de dominación del patriarcado: el sometimiento del deseo sexual de las mujeres al de los varones, y la cosificación o mercantilización de los cuerpos de las mujeres.

En segundo término, la autora nos advierte que la teoría neoclásica se basa en dos principios básicos. Me detendré brevemente en el referente a la “existencia de la competencia perfecta”, ya que considero imposible pensar en ella dentro del marco de la prostitución: si existiera real igualdad de oportunidades entre mujeres y varones, difícilmente encontraríamos mujeres dispuestas a someterse a un nivel de explotación semejante.[17]
Por último, es significativo ver lo expuesto por la autora al finalizar el párrafo citado bajo la óptica de las crisis a las que nos arrastró el neoliberalismo de la década del `90 del siglo pasado: la situación de colapso social obligó a miles de mujeres a salir del ámbito privado para garantizar la subsistencia del grupo familiar; y el menor nivel de educación general alcanzado por el colectivo, sumado a la falta de experiencia laboral y capacitación, llevó a muchas a encontrar una salida en dejarse prostituir.

Esta situación de crisis estructural del modelo la aborda Catalina Wainerman, quien afirma que “La crisis que  se ha instalado en la Argentina desde comienzos de los años ochenta ha tenido, y sigue teniendo, profundas consecuencias sobre la familia y los modos de vida de sus miembros. La inseguridad económica, la flexibilización de las contrataciones y los despidos, la caída de las remuneraciones, de los beneficios sociales, el abandono de la red de contención del Estado forman parte de las amenazas que alcanzan hoy a muchísimas familias de distintos sectores sociales.” [18]

También se refiere a lo expuesto Marta Novick, cuando sostiene que “En el mercado de trabajo, objeto central de esta publicación, se observaron diversas restricciones y problemas que se manifestaron a través de elevados niveles de desempleo, subutilización de la fuerza laboral, caída en las remuneraciones, especialmente en los sectores de bajas calificaciones, propagación de la precariedad laboral en sus distintas vertientes (inseguridad, desprotección, baja calidad en el empleo, ilegalidad, etc.). Todo ello no fue ajeno a un contexto cíclico de crisis económicas, reducción de la capacidad de regulación de las instituciones laborales tradicionales y una serie de reformas orientadas hacia una menor presencia e injerencia del Estado en la actividad económica.”[19]

Si bien la autora no hace referencia explícita al tema prostitución, el relevamiento realizado en el campo que veremos más adelante coincide plenamente con la realidad de la mayoría de las mujeres que aportan su historia de vida.

Ya recorriendo las posturas de los feminismos respecto de la economía – porque abrirlas sus apreciaciones a otras áreas del quehacer social implícitas en el debate sobre prostitución excedería los marcos de este trabajo – encuentro la visión del feminismo liberal que sostiene que “la marginación de las mujeres es algo que podría eliminarse con cambios legales, no estructurales…” [20] Esta afirmación resulta insuficiente si se aplica a la prostitución, que claramente reviste carácter estructural a mi entender, ya que se trata de un sistema de explotación sostenido por los discursos hegemónicos dominantes.

Creo que las feministas marxistas, al plantear el problema del trabajo de las mujeres desde una perspectiva de clase, están más cerca de poder abordar la prostitución, si equiparamos la situación de las mujeres a la de “clase oprimida”.
También el feminismo radical, al visualizar que “la subordinación femenina no involucra sólo aspectos económicos sino también culturales, ideológicos, psicológicos y antropológicos. La cuestión de la mujer es una cuestión de género.” [21] se acerca más que el feminismo liberal al lo que considero nodal de la cuestión.

Comparto con la autora la valoración de las influencias de la teoría feminista a la teoría económica tradicional mediante la incorporación a su estudio de las relaciones de género, vitales para entender los sistemas de opresión de las mujeres. A lo que – agrego- también cruciales para comprender la prostitución. Porque “el capitalismo y el patriarcado son dos sistemas interrelacionados que permiten entender las opresiones de clase y género.”[22] Y en la prostitución, ambos están presentes.

La investigación sobre el uso del tiempo también nos puede brindar herramientas de análisis para el tema propuesto, ya que constituye un “medio para facilitar la toma de decisiones políticas y la gestión de necesidades y recursos humanos.”[23]

Si – como sostiene la autora – “los estudios de más larga tradición sobre duración de actividades han sido los referentes a la jornada de trabajo, porque ésta ha sido históricamente objeto de regulación legal…”[24], podemos plantearnos qué pasa con el gran número de mujeres que viven en la explotación sexual, y cuyas actividades no son contempladas por no tratarse de “jornadas” tipificables para el análisis.

De todos modos, el sólido modelo metodológico propuesto por la autora, podría ser adaptado al tema prostitución, ya que el cambio de énfasis de trabajo remunerado a no-remunerado que surge de la necesidad de cuantificar el trabajo fundamentalmente doméstico de las mujeres, no es aplicable a las mujeres prostituidas que sí reciben remuneración. Y, al sostener que “la realidad social es compleja, contiene muchos planos posibles de observación y análisis. La sociología, tanto teórica como empírica, se ha ido construyendo desde la perspectiva de sus fundadores y continuadores: la impronta de su historia, de sus orígenes vinculados a colectivos concretos (varones activos, occidentales, de clase media, etc.) ha creado la realidad social al mismo tiempo que la estudiaba” [25] la misma autora abre la posibilidad y la invitación a realizar estas adaptaciones.



Palabras de mujeres



Buscando  documentos como el de la CEPAL acerca del empleo femenino,[26] no aparece ninguna mención del tema prostitución. Será que, claramente, no hablamos de empleo al hablar de esta realidad social. Tal vez de trabajo.

Otros documentos, como el de la OIT[27] hablan de trabajo decente. También encuentro las expresiones “trabajo digno” y “trabajo invisible” permanentemente utilizadas para referirse al trabajo femenino. Invisible seguro: los organismos muestran prudencia al no incorporar cifras oficiales, aunque cuando no hablan de “trabajo” específicamente, sí incluyen a la prostitución.

Todas estas maneras de calificar al trabajo, como dije, no incluyen a la prostitución. Ni siquiera la aluden. Sin embargo, constituyen un buen punto de partida para organizar la escucha de las mujeres prostituidas al referirse al tema de su actividad.

En el discurso de todas las entrevistadas aparece mención concreta de la actividad como “trabajo”:

“Si es lo que Dios quiere, dirá él hasta cuando trabajaré…”

“…tengo que conseguir plata…yo laburo [28] mucho, mucho.”

“…una prostituta es una mujer que trabaja…”

“Me encanta tener un sindicato. [29]


Algunas de sus expresiones, sin embargo, encierran una cierta ambigüedad por parte de las entrevistadas respecto de su consideración de la actividad como trabajo:

“Yo me pongo en la cabeza que estoy haciendo plata [30] para mí y para mi hija.”

“Cuando estoy indispuesta no laburo.”

“Yo trabajo. Mi hija, gracias a Dios, esto no lo hace.”

Y otras manifestaciones – muchas veces hechas por la misma entrevistada que acababa de hablar de “trabajo”, dichas con el correr de la entrevista, marcan claramente una imposibilidad de ver su actividad como tal:
“Yo respeto a mi hijo, me da vergüenza que me vea acá en la esquina, me dice mamá buscá laburo.”

“Si yo tengo un laburo, pero un laburo en serio, en blanco, esto lo dejo.”

“Ahora no se puede encontrar trabajo. Tengo que venir acá porque no hay otra cosa.”

“mi nena piensa que laburo en una fábrica.”

“…no me gustaría que un flaco que amo sepa que hago esto.”


Resulta sorprendente observar que a pesar de conocer en profundidad sus propias historias, a veces reproducen clichés del patriarcado respecto de la prostitución:


“Mi mamá nunca se prostituyó, me crió como pudo, toda la vida laburó.”

“A mí no me gusta, yo lo aborrezco, pero qué voy a hacer…es plata rápida, es una salida rápida.”

“Cuando me echaron del trabajo en Buenos Aires me metí en esto porque era plata fácil.”

La primera, además de no considerar la prostitución como trabajo, reproduce la visión de que es ella quien se prostituye; no dando cuenta de los factores y actores que operan en su realidad.

La segunda y la tercera, reproducen la visión instalada acerca de que se trata de obtener dinero fácilmente, invisibilizando los costos que la actividad tiene para las mujeres involucradas en todos los aspectos de sus vidas, y que hacen imposible sostener que se trata de una salida fácil.

En un caso, una de las entrevistadas – Celeste es su verdadero nombre, pero usa un seudónimo en la calle – reproduce el frecuente recurso de definirse (i.e. de responder a la pregunta “¿Quién sos?”), aludiendo a “lo que hace”:

“Si me dicen Celeste, ya sé que me conocen de otro lado, no por lo que soy.”

Es impactante que se defina como prostituta por las connotaciones que esto tiene, sustancialmente diferentes de las que definirse como maestra u obrera textil pueden tener para la subjetividad de una mujer. Y es que en nuestra cultura, qué hacemos, el trabajo, nos define. Y eso se refleja en nuestro modo de decirnos, y en la valoración que tenemos de nosotros en última instancia. Sin dudas, la baja autoestima personal que muestran las entrevistadas está relacionada con esto.

Algunos de sus dichos también reproducen la asociación existente entre “trabajo” y “empleo”:

“Mi mamá no trabaja. Nadie trabaja en mi casa.”

“…la trabajadora sexual es una empleada, como la que limpia un piso.”

En la segunda cita, hablar de una mujer prostituida como empleada marca una confusión entre lo que puede considerarse trabajo y lo que representa el ser empleado. En todo caso, si aceptáramos que la prostitución es trabajo, se trataría de uno tan precarizado que difícilmente entraría en la categoría de empleo, con los derechos que éste debe garantizar.

La mezcla de los conceptos de qué es trabajo y qué no, a la que la teoría económica trató de ordenar mediante la diferenciación remunerado/no-remunerado, se ve reflejada en las alusiones que las entrevistadas hacen respecto de su uso del tiempo libre:

“En el tiempo libre me voy a mi casa, cocino, limpio, estoy con mi hijo.”

“Los ratos libres los paso en casa. Cuido a mis hijos, limpio mi casa, hago mis cosas.”

“Cuando puedo me quedo en casa: soy muy hogareña. Eso sí, hago cosas, cocino…”

El ocio aparece – al igual que para la gran mayoría de las mujeres – como haraganería. Y el disfrute del tiempo libre, ausente. Porque, en realidad, el tiempo libre lo está.


A modo de cierre

Me resulta imposible al preguntarme si la prostitución puede considerarse un trabajo, dar una respuesta contundente y concluyente.

Si bien me parece impensable calificar con ese nombre – nominar considero que es un hecho político trascendente – a una actividad que por lo general avergüenza y se oculta; que muchas veces obliga a quienes la ejercen a cambiar su nombre; que involucra todo tipo de abusos incluido el físico; que convierte a las mujeres en “bienes subastables”[31]; trato – como feminista – de evitar caer en los vicios frecuentes por parte de los cultores del patriarcado cuando de nuestros asuntos en tanto mujeres se trata.

Por lo tanto, quiero evitar reproducir el conocido argumento abolicionista que reza que algo así no puede elegirse desde la “libertad”. Porque muchas mujeres basan su subsistencia en esta actividad. Porque – también muchas –  mujeres prostituidas aseguran elegirla, y no seré yo quien ponga en cuestión o silencie sus voces, quien intente tutelarlas o imponerles mi idea de “libertad”. Ante todo, mi respeto y mi sororidad[32].

Pero en lo personal, me quedan preguntas. ¿A qué se debe en nuestro país – y en muchos otros – la marcada voluntad de legalizar y/o reglamentar la prostitución?

Tal vez sea un intento de transformarlas en contribuyentes…o de bajar las cifras de desempleo…o de sostener un ideal de familia que se desmorona permanentemente…

El hecho es que el esquizofrénico tratamiento diferencial que se hace del tema – se habla de “trata” si es “forzada”, y de “prostitución” si es “consentida” – apunta a dividir la cuestión en dos.

Así, se establece una prostitución como “buena e inocua”, que responde a las leyes de la oferta y la demanda[33], que es bendecida por algunos credos ya que “aparece mencionada hasta en la Biblia”, que es naturalizada por una sociedad que sostiene que “se trata del oficio más antiguo del mundo”.

Y otra “mala”. Porque resulta insostenible a estas alturas del devenir histórico sostener que la reclusión forzada de un ser humano y su violación sexual sistemática son producto de la libre elección.

Dividiéndola, y estigmatizando y combatiendo sólo a una, los poderes se aseguran la continuidad del tercer negocio más redituable en el mundo, junto con el tráfico de armas y de drogas. Y con los negocios no se embroma.

Tampoco con el sometimiento de las mujeres a una “sexualidad masculina depredadora”.[34]

Las mismas mujeres entrevistadas mencionaron durante sus relatos la importancia de su “trabajo” para ayudar a mantener los matrimonios. Dos de ellas, a quienes pregunté si habían leído a Engels.

Aseguraron ignorar quién era…Sin embargo, todo lo que decían me remite a algún pasaje de su obra… Por ejemplo:

“La fuerza cohesiva de la sociedad civilizada la constituye el Estado, que, en todos los períodos típicos, es exclusivamente  el Estado de la clase dominante y, en todos los casos, una máquina esencialmente destinada a reprimir a la clase oprimida y explotada.”[35]

“Por ello, cuanto más progresa la civilización, más obligada se cree a cubrir con el manto de la caridad los males que ha engendrado fatalmente, a pintarlos de color de rosa o a negarlos. En una palabra, introduce una hipocresía convencional que no conocían las primitivas formas de la sociedad ni aún los primeros grados de la civilización, y que llega a su cima en la declaración: la explotación de la clase oprimida es ejercida por la clase explotadora exclusiva y únicamente en beneficio de la clase explotada; y si esta última no lo reconoce así y hasta se muestra rebelde, esto constituye por su parte la más negra ingratitud hacia sus bienhechores, los explotadores.”[36]

Resalté esto de “pintarlos de rosa o negarlos”, ya que al leerlo me remitió a las voces de mujeres prostituidas que sostienen la libertad de su elección, o a las de las feministas reglamentaristas que afirman que las que no podemos ver a la prostitución como trabajo hemos sido cooptadas por el patriarcado, que sacralizó nuestra sexualidad anulándola y llenándola de connotaciones afectivas que no debería tener por tratarse sólo de una función fisiológica más. Aunque sus argumentos resultan coherentes y atendibles, no puedo dejar de visualizarlos como extremadamente funcionales al sistema.[37]

La utopía de vivir en un mundo sin prostitución necesariamente implica vivir en un mundo en el que no gobiernen los bienes materiales por sobre otros. Ni los varones por sobre las mujeres.

Para poder caminar hacia ese norte, los Estados no deben ser voceros de los sistemas dominantes. Y sabemos que resulta difícil, aunque la voluntad muchas veces esté.

BIBLIOGRAFÍA


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[1] Las historias de vida fueron recopiladas durante un trabajo de campo realizado entre octubre de 2006 y febrero de 2007 en la “zona roja” de La Plata. Las informantes fueron 21, y sus edades oscilan entre los 17 y 81 años.

[2] Deseo no utilizar la expresión “trabajadoras sexuales” porque no considero a la prostitución un trabajo; “mujeres en situación de prostitución” porque dicha expresión no expresa compromiso con la temática; y tampoco “mujeres que se prostituyen” porque la frase invisibiliza a los responsables de la situación, que me resulta tan absurda como sería decir que “un obrero se explota a sí mismo”.

[3] Varela, Nuria. Feminismo para Principiantes. Ediciones B, Buenos Aires, 2005. pp. 242.
[4] Un buen detalle de las posturas existentes se puede encontrar en: Volnovich, Juan Carlos. Ir de Putas. Editorial Topía, Buenos Aires, 2006. pp. 53-77.
[5] Aguirre, Rosario. La necesaria redefinición del Trabajo, en: Aportes para el debate, pp. 35. www.asociacionag.org.ar/pdfaportes/25/02.pdf
[6] Aguirre, Rosario. Op. Cit., pp. 37.
[7] Mayordomo Rico, Maribel. Precursores: el trabajo de las mujeres y la Economía Política, Ponencia presentada a las VII Jornadas de Economía Crítica. Universidad de Castilla-La Mancha. Albacete. 2000. pp. 23. www.ucm.es/info/ec/jec7/pdf/com3-7.pdf.


[8] Mayordomo Rico, Maribel. Op. Cit., pp. 9.
[9] Engels, F. El origen de la familia, la propiedad privada y el estado; Planeta Agostini, Madrid, 1891, pp. 138/153; 296/304.

[10] Engels, F. Op. Cit., pp. 139.
[11] Engels, F. Op. Cit., pp. 140.

[12] Engels, F. Op. Cit., pp. 140.

[13] Engels, F. Op. Cit., pp. 141.

[14] Engels, F. Op. Cit., pp. 150-151.

[15] Engels, F. Op. Cit., pp. 299.

[16] Da Ros, Giuseppina S. Las mujeres en las teorías económicas, en el pensamiento feminista y en la economía solidaria, Corporación de Análisis Económico-CORDANEC, Ecuador. Pp. 100. www.unircoop.org/unircoop/files/article6_2008.pdf.

[17] Si bien la explotación es inherente al capitalismo, i.e. todo trabajador es explotado, no podemos visualizar a todas las explotaciones como “iguales”. La prostitución incluye la violación física de la persona explotada.



[18] Wainerman, Catalina. “Familia, trabajo y relaciones de género”, en Carbonero Gamundí, María Antonia y Levín, Silvia (comp.), Entre familia y trabajo. Relaciones, conflictos y políticas de género en Europa y América Latina, Rosario: Homo Sapiens, 2007, pp. 147.
[19] Novick, Marta. “Las preguntas del estudio y su contexto”. En: Novick, M. y Tomada, C. “Argentina 2003-2006: Crecimiento económico con empleo decente ¿Un nuevo modelo para América Latina?”, en Novick, M., Tomada, C., Damill, M., Frenkel, R. y R. Mauricio, Tras la Crisis: El nuevo rumbo de la política económica y laboral en Argentina y su impacto. Serie de Investigación 114, Instituto Internacional de Estudios Laborales: Ginebra, 2007, pp.11-12.

[20]Da Ros, Giuseppina S. Op. Cit.,  pp. 102.

[21] Da Ros, Giuseppina S. Op. Cit., pp. 104.
[22] Da Ros, Giuseppina S. Op. Cit., pp. 107.

[23] Durán, María Ángeles. La investigación sobre el uso del tiempo en España: algunas reflexiones metodológicas. Revista internacional de sociología, Nº 18, 1997, pp. 24.
[24] Durán, María Ángeles. Op. Cit., pp. 25.
[25] Durán, María Ángeles. Op. Cit., pp. 30.
[26] CEPAL-GTZ; VVAA. El trabajo femenino en la post convertibilidad: 2003-2007; Stgo. De Chile, 2008.


[27] OIT. Igualdad de género y trabajo decente. Buenas prácticas en el lugar de trabajo. Ginebra: OIT. 2005. http://www.ilo.org/dyn/gender/docs/RES/432/F1359823936/Buenas%20practicas.pdf.

[28] “Laburo” es una palabra del lunfardo, y significa “trabajo”.
[29] Si bien no aparece la palabra “trabajo”, la idea de pertenecer a un sindicato implica la consideración de la actividad como tal.
[30] La hablante evita decir “trabajando”.

[31]La expresión  fue extraída del artículo “Cuando la mujer pasa a ser un bien subastable”. En Género y Economía, 2010.  generoyeconomia.wordpress.com


[32] Lagarde, Marcela. Pacto entre mujeres sororidad. webs.uvigo.es/pmayobre/textos/marcela_lagarde.../sororidad.pdf
www.rimaweb.com.ar/articulos/2011/el-concepto-de-affidamento/


[33] Es curioso seguir las argumentaciones de personas que detestan al neoliberalismo y bendicen la situación actual de salida de sus paradigmas de nuestra región; y, sin embargo, al hablar del tema “prostitución” esgrimen a “las leyes del mercado” como incuestionables e inamovibles. El patriarcado atraviesa evidentemente todas las posturas políticas.
[34] La expresión la utiliza Nuria Varela como título de un capítulo, en: Varela, Nuria. Íbamos a ser reinas. Ediciones B, Crónica, Barcelona, 2008, pp. 90.
[35] Engels, F. Op. Cit., pp. 300.

[36] Engels, F. Op. Cit., pp. 302-303. La negrita es mía.

[37] Por “sistema” me refiero al producido por el cruce de capitalismo y patriarcado en su intento por perpetuar la subordinación de las mujeres.

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