martes, 9 de abril de 2013

Ponencia: Prostitución y/o explotación sexual de mujeres, niñas y niños. Abordaje territorial. Expositoras: Argentina Ascona y Margarita Peralta


TERCERAS JORNADAS NACIONALES ABOLICIONISTAS SOBRE 
PROSTITUCIÓN Y TRATA DE MUJERES Y NIÑAS/OS
2012









PONENCIA:   
Prostitución y/o explotación sexual de mujeres, niñas y niños. Abordaje territorial

PONENTE:
Asociación de Mujeres Argentinas  por los DDHH” (AMMAR-capital)

EJE 7: Atención y restitución de derechos a las víctimas de trata y prostitución.




Nuestros objetivos

Trabajar para una mejor calidad de vida para las mujeres, niñas y niños en vulnerabilidad social como es la prostitución y/o explotación sexual, en el fortalecimiento personal, grupal y colectivo favoreciendo la inclusión en los ámbitos políticos, educativos y laborales desde el empoderamiento de nuestros derechos humanos, exigiendo el cumplimiento de los Tratados internacionales,  firmados y ratificados por la Argentina que postulan una estrategia de intervención estatal desde la perspectiva abolicionista de la prostitución y/o explotación sexual.


Objetivos Específicos

Poner en marcha acciones de asociación y cooperación con el Estado y las ONG a fin de concientizar sobre la necesidad de implementar políticas públicas de empleo, vivienda y educación que permitan a las mujeres y a sus familias superar su situación y mejorar su calidad de vida.

Participar en la gestión de legislaciones, políticas y programas sociales, laborales y de capacitación dirigidos a las mujeres en situación de prostitución y vulnerabilidad social.

Diseñar, administrar e implementar espacios de reflexión, campañas de divulgación y educación en materia de Derechos Sexuales y Reproductivos y prevención de VIH desde una perspectiva de género y del empoderamiento de los Derechos.

Establecer y participar de espacios: a) de sensibilización y Concientización acerca de la prostitución, la trata de personas con fines de explotación sexual,   dirigidos hacia la Sociedad Civil; b)  sensibilizar y concientizar  a profesionales para generar servicios e intervenciones concientes, sensibilizada, actualizadas y comprometidas con dichas temáticas.


Prostitución y/o explotación sexual en el marco del Abolicionismo en Argentina.

Argentina es un país abolicionista por los tratados internacionales firmados y ratificados por los cuales se compromete a trabajar en generar políticas públicas integrales de prevención y acompañamiento a las mujeres en prostitución

Entre los principales tratados se encuentran:

- La Convención para  la Represión  de la Trata de Personas y la Explotación de la Prostitución Ajena aprobada por Asamblea General de Naciones Unidas en 1949
Los Estados firmantes  se obligan asimismo a derogar toda reglamentación de la prostitución y adoptar medidas de prevención y de contención hacia las mujeres.
El sistema abolicionista fue ratificado por nuestro país por el decreto Ley 11.925 y por las leyes 14.467 y 15768/60, y a su vez la ley nacional 12.331 que prohíben la existencia de prostíbulos y demás lugares de encierro y la sanción a quienes los instalen, regenteen o administren.

- La Convención Sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer (Naciones Unidas 1979), en su Art. 6º establece que se tomaran todas las medidas apropiadas, incluso de carácter legislativo para suprimir todas las formas de trata de mujeres y explotación de la prostitución de la mujer.

- La “Convención Americana sobre Derechos Humanos,” conocida como Pacto de San José de Costa Rica, de 1969 en su Art. 6º Inc. 10  prohíbe  la trata de mujeres

- El Pacto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales del 19/12/66, establece que los Estados deben garantizar a todas las personas un nivel de vida adecuada, alimentación vivienda, educación y una mejora continua en sus condiciones de vida.


¿Como se expresa la violencia institucional contra las mujeres en prostitución?

La expresión mas clara de esta violencia, fundamentalmente de tipo institucional, son los Códigos Contravencionales, que discriminan y reprimen a los sectores más vulnerados, especialmente a las mujeres en prostitución  privándolas de la ciudadanía social, es decir del conjunto de derechos económicos, sociales, culturales y políticos dándose etapas de retrocesos.  Aunque, como se señala arriba, Argentina es un Estado abolicionista y, sin embargo, funciona como un Estado reglamentarista. En la mayoría de las provincias de nuestro país, las mujeres se ven sometidas a arrestos de cumplimiento efectivo, de 15 a 30 días en cárceles comunes; afectando a las mujeres  en su vida cotidiana, su entorno familiar y social.  Lo que es peor aún, pone a las mujeres en mayor estado de vulnerabilidad, para ser captadas por las redes de trata de personas con fines de explotación sexual y laboral.

La violencia institucional inscripta en tales códigos, que encarcela a las mujeres en situación de prostitución callejera, que lleva a éstas a aceptar a ser trasladadas a otros países o lugares cerrados, tales como wiskerias, bares, saunas, cabaret, en los que la condiciones de explotación y maltrato son considerablemente superiores a lo propios de la prostitución en la calle.
  
 En un Sistema Abolicionista: políticas públicas integrales ausentes

Desde el comienzo de nuestra lucha como organización de mujeres, uno de nuestros objetivos principales ha sido, y sigue siendo, dar a conocer a la sociedad que la prostitución y la explotación sexual es una problemática social que muestra en toda su crudeza la desigualdad de oportunidades y la falta de adecuadas políticas públicas para encarar la pobreza y la falta de equidad.

En este sentido, nos encontramos con un primer desafío para  la transformación social: pensar a la prostitución y a la explotación sexual como una problemática social.

Para esto trabajamos en la organización colectiva de los grupos afectados a partir del empoderamiento de los derechos humanos; para que podamos demandar políticamente la necesidad de mayor igualdad, participando en espacios en los que históricamente no teníamos voz. Desnaturalizando el sistema prostituyente y patriarcal, que sistemáticamente ha perjudicado a millones de mujeres.

A partir de las voces de mujeres que han podido empoderarse de sus derechos humanos, pudimos conformar una organización. Nuestro trabajo tiene aristas particulares que deben ser abordadas en su complejidad. Pensemos que no es casual que las personas en estado de prostitución hayan podido acceder a derechos principalmente a partir de movimientos instituyentes de organización propia.

Consideramos que la problemática de la prostitución y/o explotación sexual debe abordarse con políticas públicas integrales, ofreciendo alternativas sociales y de vida a las personas atravesadas por la misma. Se debe desplegar un sistema para la atención y prevención, actuando coordinadamente desde los ámbitos jurídicos, sanitarios y sociales.

Los recursos destinados actualmente para atender la problemática son inexistentes, o bien dependen de la buena voluntad del gobierno de turno. La prostitución y/o explotación sexual generan secuelas –psicológicas, sociales y económicas- tanto en las personas que la ejercen como en sus grupos familiares, siendo necesario su tratamiento en base a estrategias de intervención específicas.
En este marco y al no considerar a la prostitución como trabajo sino como una vulneración de derechos; la fuerte demanda recibida en el abordaje territorial es la urgencia de avanzar con propuestas para la asistencia integral de las personas en situación de prostitución; para efectivizar sus derechos económicos, sociales y culturales; y para sostener a quienes desean abandonar la actividad y requieren formas alternativas de procurarse ingresos. Por ello como organización, nos vimos en la necesidad de intervenir sobre esta realidad compleja, sobre la realidad social de las mujeres, reflexionando sobre las necesidades que todas y cada una planteaba en la organización a través del trabajo en territorio. Al ver la falta de respuestas específicas para el sector, es que comenzamos a construir sobre lo existente, trabajando en articulación con otros organismos para el acceso a nuestros derechos.
En materia de inclusión educativa, muchas mujeres lograron realizar sus estudios terciarios a raíz de  una articulación realizada con la Universidad de Madres de Plaza de Mayo.

Asimismo, comenzamos en el año 2010 con un Centro Educativo de Terminalidad Primaria de adultas en convenio con Ministerio de Educación.

Debido a que la demanda más fuerte es la de salidas laborales, y después de haber llevado adelante varias experiencias de microemprendimientos de corta duración, firmamos un convenio con el Programa de Trabajo Decente del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social de la Nación, que tiene como fin la creación de espacios de formación en oficios con salida laboral concreta como ser la formación de mujeres electricistas, contando con la articulación de la fundación OUCRA.

En el ámbito de la salud, debido a nuestra experiencia y formación en el trabajo territorial con las mujeres en el espacio público, en empoderamiento de nuestros derechos y cuidado de salud sexual y reproductiva y prevención de VIH/SIDA, fuimos convocadas por la Dirección de Niñez del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires a través del programa ANDARES para trabajar con niños, niñas y adolescentes con derechos vulnerados en el marco de la prevención de la explotación sexual, a partir de espacios de contención, formación y esparcimiento, desde el empoderamiento de los derechos.


jueves, 21 de marzo de 2013

Ponencia: "Prostitución. Entre subjetivación y empoderamiento". Expositora: Claudia Isabel Mesina




TERCERAS JORNADAS NACIONALES ABOLICIONISTAS SOBRE
 PROSTITUCIÓN Y TRATA DE MUJERES Y NIÑAS/OS
2012




Ponencia: Prostitución. Entre subjetivación y empoderamiento

Eje 2: El abolicionismo frente a la prostitución y la trata de mujeres y niñas/os 

Expositora: Claudia Isabel Mesina

Facultad de Filosofía y Letras UBA,  Prof. Filosofía y Literatura. Feminista. Docente de los niveles primario, Medio y Terciario en Escuelas estatales, privadas y Bachilleratos Populares. Feminista e investigadora, partícipe de Proyectos de Reconocimiento Institucional en temáticas de Género, Docencia. Integrante colectivo Filosofar con chicos. Militante de CAUCE-BRECHA. Integrante de la Campaña Nacional contra las Violencias hacia las Mujeres.



Prostitución. Entre subjetivación y empoderamiento

El tratamiento de la prostitución como un problema y sus aristas volvió a estar en el centro de las discusiones feministas del presente año. Las discusiones giran en torno, una vez más, a pensar acerca de si la solución del problema de la prostitución  debe darse  por medio del abolicionismo o del reglamentarismo o prohibicionismo. Este año se produjeron dos presentaciones que reflejan posiciones encontradas relacionadas con el ejercicio de la prostitución. Por un lado se conformó el FAN, Frente Abolicionista Nacional. Entidad en la que dentro de sus objetivos principales se encuentra, por supuesto, la abolición del sistema prostituyente de redes de trata y prostitución, lo cual no debería ser una novedad para nuestro país, ya que ha firmado los convenios y se ha pronunciado como abolicionista[1]. El FAN se presenta a sí mismo en su documento de apertura de la siguiente manera:

EL FRENTE ABOLICIONISTA NACIONAL (F.A.N.) se constituye como una instancia de acción de las personas, grupos, y entidades de la sociedad civil que reunidas en Buenos Aires el 16 de julio de 2012, han resuelto adherir a sus objetivos, siendo el principal de ellos la abolición del sistema prostituyente, y la restitución plena de los DDHH a las personas afectadas.

El FAN se presenta como una instancia de acción que a partir de la abolición del sistema prostituyente  permite restituir los derechos humanos de las personas que realizan actividades dentro de esas redes de prostitución y trata, elemento que les parece esencial. Es por ello que el FAN tiene su fundamento principal en considerar que el ejercicio de la prostitución en las redes vulnera derechos humanos fundamentales, como la dignidad humana, el derecho a una vida autónoma sin ejercicio de violencia y sin ser tratadas como objetos o medios para la satisfacción de fines ajenos. Si bien reconocen que no es lo mismo el ejercicio de la prostitución dentro de las redes que fuera de ellas, piensan que tanto en una como en otra instancia hay derechos humanos vulnerados relacionados principalmente con los modos históricos en que las mujeres terminan realizando esas actividades.
Por otro lado, este año también se ha conformado la Red por el Reconocimiento del Trabajo Sexual, quienes en su carta de presentación afirman:

Consideramos el trabajo sexual como un servicio ofrecido por personas mayores de edad en pleno ejercicio de sus facultades, de mutuo consentimiento y sin coacción alguna de terceras personas para ejercer esta actividad. Es un esfuerzo personal para la comercialización de servicios con un fin económico, que origina un pago en dinero o cualquier otra forma de retribución. Es una parte o etapa de una actividad, de un proyecto personal para la formación y/o constitución de un bien capital o un fin determinado.  En el III Convenio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) se define a quien ejerce el trabajo sexual como “toda persona que consiente en mantener relaciones sexuales con un número indeterminado de individuos mediante remuneración”.

Estamos ante la presencia de dos posiciones que se oponen a la hora de contemplar la actividad como un trabajo sexual válido. La consideración del ejercicio de la prostitución como un trabajo es una concepción muy controvertida. La Red apoya el ejercicio de la prostitución como un trabajo válido cuando es ejercido de “mutuo consentimiento”. Esta posición no analiza los modos históricos en que las mujeres terminan ejerciendo esas actividades. Su concepción es meramente mercantilista en el sentido que lo considera como un intercambio de un bien capital al igual que cualquier otro servicio.
 El FAN considera que la prostitución no es un trabajo, y menos aún digno y que al destruir la dignidad humana, se vulnera un derecho humano básico. Todas estas cuestiones han sido objeto de largos debates, si la prostitución puede ser considerada un trabajo o no, si la prostitución es un trabajo digno, si es lo mismo prostitución que trata, si es necesario comprobar el consentimiento en mujeres mayores de edad[2], cuáles son los modos históricos en los que las mujeres llegan a ejercer la prostitución, quiénes son los que avalan este ejercicio, quiénes son los que protegen y ocultan el ejercicio de esta actividad, a quiénes reprimen los organismos de represión  y muchas más discusiones que todavía no están saldadas. La problemática que se abre es amplia y de múltiples aristas[3]. El panorama que se despliega  alrededor del ejercicio de la prostitución es amplio.
En principio advertimos que “prostitución” no es un término unívoco. Por un lado está la cuestión relacionada con la actividad en sí misma. Por otro lado, las consideraciones acerca de cuáles son los dispositivos que operan alrededor del ejercicio de la actividad con respecto a cómo llegaron las mujeres allí, si hay o no consentimiento de parte de ellas, cuáles son las prácticas a las cuales se hallan obligadas, cómo se regula la actividad, en qué condiciones materiales trabajan esas mujeres, qué cuidados se dispensan, el lugar que ocupan en sus sociedades, entre otras.  Lo cierto es que el ejercicio de la prostitución, sea considerado trabajo o no, no es una cuestión privada de quienes la ejercen sino una problemática social de la cual no nos podemos desentender.

EMPODERAMIENTO SÍ O NO

Una concepción relevante relacionada con el ejercicio de la prostitución gira en torno al empoderamiento y qué niveles de autonomía manejan las mujeres en situación de prostitución. Es evidente que no es lo mismo una mujer que trabaja en un servicio de Escort[4] de forma privada (aunque esto también habría que delimitarlo muy bien) y una mujer que está presa de las redes de trata sin poder disponer de su tiempo ni de lo que recauda por medio de la actividad que realiza. La prostitución es practicada como una actividad migratoria por muchas jóvenes estudiantes y universitarias de las grandes ciudades quienes generalmente tienen que ganarse la vida lejos de sus ciudades natales, sobre todo en algunos países europeos. Somos conscientes que en los países latinoamericanos la situación es mayormente muy diferente. Una autora que ha escrito sus propias experiencias en el ejercicio de la prostitución en estos términos es la francesa Virginie Despentes, quien describe la actividad en su libro Teoría King Kong, como una salida laboral mucho más provechosa, o en todo caso no muy diferente a otras ofertas laborales. Despentes defiende esta actividad, dice que ha practicado la prostitución en forma ocasional durante dos años de motu proprio en Lyon, Francia y sin presiones de ninguna red ni rufianes. Para ella es una actividad que además de ser más lucrativa que otras le ha permitido alcanzar un mejor bienestar económico. Lo realizó mediante un sistema de “minitel”, llamadas telefónicas anónimas, a partir de las cuales elegía a los clientes.
Despentes encuentra en el desarrollo de esta actividad aspectos negativos y positivos en un nivel no muy diferente al de cualquier otro trabajo. No ve a esta actividad como la panacea del trabajo ni tampoco la peor de todas. Para Despentes hay infinidad de personas que no trabajan en lo que les gusta o que no les gusta trabajar y de todos modos tienen que hacerlo. Ella lo describe así:


Odiaba trabajar. Me deprimía la cantidad de tiempo que dejaba en ello, lo poco que ganaba y la facilidad con la que gastaba el dinero. Miraba a las mujeres más mayores que yo, trabajando toda una vida de ese modo para poder ganar poco más que el sueldo mínimo y para que, cuando tuvieran cincuenta años, les echara la bronca el jefe de sección porque iban demasiadas veces a mear. Mes tras mes comprendía con detalle lo que quería decir llevar una vida de trabajadora honrada. Y no veía escapatoria posible. Ya en esa época había que contentarse con tener un trabajo. Pero yo nunca he sido razonable y me costaba conformarme.[5]

 Verlo como un trabajo, de alguna manera, plantea el supuesto de que es una actividad que se ejerce voluntariamente. Esto deja fuera al testimonio de muchísimas mujeres que no han podido elegir, ya que han quedado atrapadas en las redes de prostitución desde muy pequeñas arrastradas al ejercicio de la prostitución por sus padres o parejas o simplemente por rufianes. Más  allá que de adultas hayan podido desprenderse de las redes y puedan ejercer la actividad por cuenta propia, como lo propone Despentes ¿podríamos decir que es una actividad voluntaria?  Esta arista conduce la cuestión a su costado social. La prostitución ¿es o no es un problema social? Para Despentes es un problema social porque sostiene que a todo el mundo le concierne hablar de la prostitución como algo no deseable, es algo que está naturalizado en la sociedad de lo cual todo el mundo está de acuerdo que no se debe hacer y sobre lo que cualquiera opina. No así de otro tipo de actividades en las que las mujeres también están en inferioridad de condiciones. Afirma Despentes:

El tipo de trabajo que las mujeres no pudientes ejercen, los salarios miserables a cambio de los cuales venden su tiempo, eso no le interesa a nadie.[6]

El tratamiento del problema se desarrolla en el orden de los discursos hegemónicos acerca de qué es lo que debe hacerse y qué no. Para Foucault el discurso acerca del sexo no está prohibido en las sociedades modernas pero sí sus límites y su manera cifrada de hablar acerca de él en general, teniendo en cuenta que estamos hablando de una actividad marginal esos discursos están mucho más perimidos por la carga moral que tiene. Para Foucault:

[…] lo propio de las sociedades modernas no es que hayan obligado al sexo a permanecer en las sombra sino que ellas se hayan volcado a hablar del sexo siempre, haciéndolo valer, poniéndolo de releve como el secreto.[7]

Esta delimitación del discurso del sexo a lo oculto, a lo perimido juega un papel predominante en el análisis del poder acerca del ejercicio de la prostitución y la consideración de quienes están involucradas en esa actividad. Pero la relación entre sexo y poder para Foucault es negativa, de “rechazo, exclusión, desestimación, barrera”. Si esto es en el ámbito del sexo en general, lo será mucho más en prácticas marginales como la prostitución.
Despentes analiza el abolicionismo dentro de similares parámetros, piensa que se plantea la abolición de la prostitución, o cierta regulación como en Francia, al retirarla de las grandes ciudades y confinarla a los espacios más despoblados como los bosques para sacársela de la vista, como guardar la basura debajo de la alfombra. Para la autora esta es una exigencia de la familia tradicional, particularmente de las mujeres casadas quienes ven a las prostitutas como una competencia, por lo cual no permiten que sea posible realizar su trabajo en condiciones legales más favorables. Despentes ve con buenos ojos la reglamentación del sector para las mujeres que prefieren ejercer la prostitución como una vía de trabajo opcional.
Más allá de estas consideraciones es advertible que la emancipación de la que dice gozar Despentes no es la misma que la de las mujeres que trabajan en los barrios y suburbios de Buenos Aires y las grandes ciudades latinoamericanas. Hay un proceso de empoderamiento que se produce en Despentes, o que ella siente así, que no se advierte en muchas de aquellas mujeres. No se puede decir lo mismo de muchas mujeres y niñas latinoamericanas que trabajan en condiciones de extrema vulnerabilidad para rufianes o son presas de las redes de trata. Inclusive si hablamos de mujeres que trabajen por su cuenta y no para rufianes o redes hay muchísimos relatos de experiencias muy traumáticas, a tal punto que muchas terminan en la muerte.
El principal problema que plantean tanto en  AMMAR Capital, Asociación de Mujeres Argentinas por los DDHH y AMMAR Córdoba, Asociación de Mujeres Meretrices Argentinas (CTA),  según sus propias experiencias es que la autoestima de una mujer en situación de prostitución es tan baja que un bien elemental como el cuidado de la salud se deja de lado por considerar su subjetividad en un plano inferior al resto de las mujeres y demás personas. Es por ello que estas organizaciones promocionan y coordinan talleres de cuidado de la salud, culminación de estudios primarios, reparto de preservativos gratuitos, impresión de folletería con instrucciones para el cuidado de la salud, prevención de VIH y otras enfermedades de transmisión sexual (ETS), programas de promoción de derechos humanos, civiles, sociales y políticos, talleres con perspectiva de género, etc.
  Para  AMMAR Córdoba no es posible prevenir las ETS y otras sin un fortalecimiento de la autoestima que  promocione que las mismas mujeres deseen cuidarse y valorarse como seres humanos igual que el resto de la población. Para esta organización la promoción de talleres ha sido de gran impacto para mejorar la calidad de vida de estas mujeres. Al mismo tiempo, es de valorar que se produce un proceso de empoderamiento que no estaba dado antes de que estas organizaciones existieran. Estas organizaciones son parte activa de este proceso de empoderamiento que cumple un rol que debiera cumplir el Estado, cuyas políticas públicas dedicadas al sector son insuficientes o casi nulas. El objetivo de estas estrategias es la sensibilización colectiva, el establecimiento de redes de apoyo y protección contra los procedimientos policiales y el tratamiento legal que se les da a estas mujeres. Todas estas estrategias se dan no sin obstáculos, ya que se desarrollan en un marco de falta de recursos, de una construcción social negativa hacia el sector, de represión de las fuerzas policiales, etc.
Como dijimos anteriormente, la noción de trabajo en el ejercicio de la prostitución es problemática. Si para analizar la cuestión nos centramos en la discusión acerca de la diferencia esencial entre trabajo-no trabajo, llegamos a un impasse, no podemos avanzar ya que es imposible que las posiciones concilien. Pero si nos centramos en la diferencia a partir de la noción de empoderamiento, sí podemos lograr acercamientos entre ambas posiciones que terminan siendo, de alguna manera, positivos tanto en sentido objetivo como social, político. Es decir, en sentidos que puedan traducirse en proyectos de intervención que tengan como objetivo un proceso de empoderamiento de las mujeres en situación de prostitución.
Ambas posiciones, como ya advertimos, confluyen en entender como necesaria la organización de las mujeres, la educación, el conocimiento de métodos de protección de la salud. Ambas posiciones consideran que es necesaria la reconstrucción de la autoestima al permitir el cuidado de la salud basado en la autovaloración personal. Todas estas estrategias actúan en vías del empoderamiento de las mujeres.

PROSTITUCIÓN. INTERCAMBIO DE QUÉ.
Si nos centramos en qué es lo que se intercambia en un “servicio” que presta una mujer al prostituirse es más difícil separar las posiciones. Para una mujer más o menos empoderada, lo que entrega a otro en ese contrato es algo que ella tiene y que se evidencia diferente a la alienación del trabajo dentro de las relaciones de producción capitalista. ¿Qué es lo que diferencia a Virginie Despentes de muchas mujeres latinoamericanas en estado de prostitución que trabajan en burdeles, para rufianes o no? ¿Qué es lo que se entrega al “cliente” a cambio de un valor monetario? ¿Cuál es la diferencia entre la prestación de este “servicio” y cualquier otro? Para la catedrática estadounidense  Catherine Mackinnon lo que el “cliente” compra no es un servicio, lo que se compra en ese acto  es you do what I say  “hacé lo que te digo”. Al estar la sexualidad ligada a la construcción de la identidad y la subjetividad, la sumisión construye una subjetividad perimida. MacKinnon, en una Conferencia en el Encuentro Internacional sobre Violencia de Género organizado por la Defensoría General de la Nación Argentina en la Facultad de Derecho en el 2010, dice que "el dinero coacciona el sexo en la prostitución, que representa una violación serial” debido al número de veces que una mujer realiza este supuesto “servicio” por año. Dice MacKinnon:

Cada mujer prostituida atiende unos 7 mil hombres por año haciendo disociación entre el ‘Yo’ y el mundo para sobrevivir, y el comprador (cliente) entiende esa necesidad como ‘consentimiento’: esto es ideológico, por lo cual penalizar al comprador baja su privilegio[8].

La construcción de una subjetividad bajo estos parámetros da como resultado una subjetividad desdoblada, alienada por completo, disminuida, subjetividad que está atravesada por lo que MacKinnon llama ideología, y esa ideología, ese “hacé lo que te digo” patriarcal permea todos los estamentos de la sociedad. Los discursos hegemónicos, los términos, “no sólo designan sino que además forman y enmarcan”[9] las subjetividades.
¿Qué es lo que se entrega en el ejercicio de la prostitución? Lo que se entrega en el intercambio de una sexualidad mercantilizada parece ser algo que va más allá de un “servicio”, lo que entrega una mujer en situación de prostitución, está en el orden de los cuerpos, de los deseos más íntimos, lo que se entrega satisface los deseos masculinos ¿qué hay de los deseos de las mujeres en estado de prostitución? Ese “servicio” prestado produce una objetivación de la mujer como objeto de satisfacción de la sexualidad ajena y conforma una subjetividad disminuida. ¿Cómo se llegó históricamente a esta situación? Para Foucault la propia subjetivación es ya una forma de sujeción. Si esto es así, entonces la mujer está en ese lugar doblemente sujetada porque ha sido llevada ahí por mecanismos de poder, dispositivos sexo-generizados atravesados por condiciones de clase que han hecho que ciertas mujeres ocupen ciertos lugares al servicio del deseo de ciertos varones ¿Es deseable este tipo de subjetividad?
¿Cómo se sale de esto? Para Teresa de Laurentis el género está constituido por tecnologías de género que controlan las representaciones de los discursos hegemónicos. Esos discursos promueven e implantan representaciones de género. Pero por fuera de estos discursos, en los márgenes, en las prácticas micropolíticas “estos términos pueden tener también una parte en la construcción del género, y sus efectos están más bien en el nivel “local” de las resistencias, en la subjetividad y en la auto-representación”.[10] Es decir que es posible la construcción de géneros resistentes a los discursos hegemónicos así mismo como subjetividades y prácticas  emergentes ¿Esto significaría que la solución podría estar dentro de organizaciones como AMMAR y no de parte del Estado? Hay quienes ponen la solución del ejercicio de la prostitución por el Estado fundamentalmente en la abolición del sistema y el cierre de burdeles, o en la prohibición del sector, es decir en su poder jurídico de negación, de oposición. Esto ya está comprobado históricamente que no sirve, sino solamente para que haya un reacomodamiento del sector, nuevos disfraces para una actividad que es muy rentable y compra voluntades. Es decir, si el modelo de solución estatal de esta problemática es esencialmente jurídico, como ya vimos más arriba, el problema de la falta de empoderamiento de las mujeres no se soluciona, el problema de la falta de trabajo que ocasionaría el cierre de burdeles no se soluciona, el problema del cuidado de la salud de esas mujeres no se soluciona, el problema del patriarcado no se soluciona. El problema es complejo y requiere soluciones complejas, en una sociedad que disciplina los cuerpos, en una sociedad en donde la representación de la mujer en los medios de comunicación es la de un objeto mediante el cual se mercantiliza cualquier tipo de productos, en una sociedad con una educación sin perspectiva de género, en una sociedad con una justicia sin perspectiva de género que permite feminicidios sin hacer nada,  en una sociedad en la cual se “penaliza” a las mujeres que caen en un hospital con signos de haberse practicado un aborto clandestino interviniéndola sin anestesia y sin un gramo de cordura, en una sociedad en estos términos la simple abolición del sistema prostituyente no logrará absolutamente nada. Es más, empeorará la situación de muchas mujeres en estado de prostitución. Quizá debamos buscar la constitución de una nueva subjetividad, buscar la grieta que permita la discontinuidad de una subjetividad hegemónica, como sostiene Butler, una “elaboración radical de la subjetividad formada en y contra la hegemonía histórica del sujeto jurídico”[11], una resistencia a reconocer lo que nos quieren hacer creer que somos e “imaginar y desarrollar lo que podríamos ser”, como sostiene Foucault y agrega:

La conclusión sería que el problema político, ético, social, filosófico de nuestra época no es intentar liberarnos del estado y las instituciones del estado sino liberarnos del estado y el tipo de individualización que se vincula a él. Tenemos que promover nuevas formas de subjetividad mediante el rechazo del tipo de individualidad que se nos ha impuesto durante varios siglos.[12]

Para MacKinnon "Las mujeres pueden imaginar una vida sin el sexo a la venta". ¿Será posible imaginar una sociedad así? Y si es posible ¿cuáles son las vías de intervención a las que tenemos que acudir? Para la solución del problema ¿Será posible una solución en los márgenes, en las resistencias, en la subversión de los discursos hegemónicos, en las prácticas micropolíticas sin contar con la intervención del Estado o habrá que pensar nuevas formas de intervención?



Bibliografía
Butler, Judith, Mecanismos psíquicos del poder. Teorías sobre la sujeción, Valencia: Cátedra, 1997
De Laurentis, Teresa, La tecnología del género,
Despentes, Virginie, Teoría King Kong,  España: Melusina , 2007
Foucault, M., Historia de la sexualidad 1: La Voluntad de Saber, Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2008
Mackinnon, Catherine,  Conferencia en el Encuentro Internacional sobre Violencia de Género organizado por la Defensoría General de la Nación en la Facultad de Derecho de la UBA, 2010





[1] Argentina ha firmado el Convenio para la Represión de la Trata de Personas y la Explotación de la Prostitución Ajena, (resolución 317(IV), elaborado por Naciones Unidas el 2 de diciembre de 1949 como una Carta de Derechos Humanos, la CEDAW, Convención contra toda forma de discriminación hacia las mujeres, el pacto de San José de Costa Rica, el Tratado de Derechos  Económicos, Sociales  y Culturales, entre otros convenios.
[2] Esta es lo que aparece en  la Ley 26.364 donde se hace un tratamiento del consentimiento de forma tal que se permite la posibilidad de la trata de personas en mujeres mayores de edad al penalizar sólo la trata en menores de 18 años.
[3] La principal de estas contiendas quizá haya sido la que han sostenido entre AMMAR Capital, Asociación de Mujeres Argentinas por los DDHH  quienes suscriben el documento del FAN y AMMAR, Asociación de Mujeres Meretrices Argentinas,  Nacional con su sede principal en Córdoba quienes se hayan afiliados a la CTA, Central de Trabajadores Argentinos y quienes son parte de la Red de Reconocimiento del Trabajo Sexual junto con el apoyo de varias universidades nacionales y con reconocimiento internacional de la Red de Mujeres Trabajadoras Sexuales de Latinoamérica y el Caribe, que agrupa a organizaciones de 15 países de la región, quienes están exigiendo a la OEA que reconozca la legalidad de su trabajo y promueva el castigo a la violencia que se ejerce contra ellas en la región.

[4] “Una escort es una mujer que cobra 1.000 euros sólo por saludarte”, es la definición de alguien que tiene el privilegio de tener a una de ellas como amiga. “Suelen ser chicas jóvenes, universitarias, cultas, con físicos imponentes. Algunas son muy mediáticas, están relacionadas con el mundo de la televisión. Llegan a cobrar más de 12.000 euros sólo por acompañar a quien se lo pueda permitir durante un fin de semana a un país árabe. Otras veces, sólo dan conversación: puede suceder que ella tenga más carreras que quien las contrata, que suelen ser políticos, empresarios, personajes de la nobleza o de la cultura”  http://www.elconfidencial.com/cache/2008/10/20/salud_58_escorts_prostitutas_potentados.html

[5] Despentes, Virginie,Teoría King Kong, , España: Melusina , 2007,  p. 53
[6] Idem, p. 49
[7] Foucault, M., Historia de la sexualidad 1: La Voluntad de Saber, Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2008. Pag. 38
[8]  Mackinnon, Catherine,  Conferencia en el Encuentro Internacional sobre Violencia de Género organizado por la Defensoría General de la Nación en la Facultad de Derecho de la UBA, 2010
[9] Butler, Judith, Mecanismos psíquicos del poder. Teorías sobre la sujeción, Cátedra, Valencia, pág. 106

[10] De Laurentis, Teresa, La tecnología del género, Pag., 25
[11] Butler, Judith, Mecanismos psíquicos del poder. Teorías sobre la sujeción, Cátedra, Valencia, pág. 114
[12] Foucault, M., The Subject and the Power citado por Butler, Judith, Mecanismos psíquicos del poder. Teorías sobre la sujeción, pag., 114

Ponencia: "Preguntas en Torno al problema de la prostitución" Expositora: Dra. María Luisa Femenías



Campaña Abolicionista Nacional – CINIG - Casa de la Mujer Azucena Villaflor 
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación 
6 y 7 de diciembre de 2012 







María Luisa Femenías 
Directora del Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Género 
FHACE-UNLP 


Preguntas en torno al tema de la prostitución 


En ocasión de Primer Congreso Feminista Internacional de Argentina (Buenos Aires, 1910),1
 Julieta Lanteri leyó una comunicación que abordaba precisamente el tema de la prostitución. Además de ese trabajo, se presentó ante la Comisión Organizadora del Congreso, y en nombre de la Asociación Argentina contra la «Trata de Blancas» (nombre con el que en esa época se referían a la trata de personas con fines de explotación sexual), un documento solicitando apoyo a la “obra empeñada a favor de la mujer en particular y de la humanidad en general” (Actas: 319). Con un discurso centrado en el convencimiento de que la educación en los ideales de la razón, el dominio de los instintos, la voluntad de aprender y el cultivo desde la infancia de los “nobles sentimientos” en varones y mujeres, Lanteri instó a los gobiernos en general y al Congreso en especial a comprometerse con el porvenir de las mujeres para “sacarla[s] del extravío del que no son responsables, sino del que son víctimas por [la] falta de previsión y de amor que muestran las leyes y las costumbres creadas por la preponderancia del pensamiento masculino en la orientación de los destinos de los pueblos.” <porque> “/…/ si este mal existe es porque los gobiernos no se preocupan de extirparlo y puede decirse que [lo] explotan desde que lo reglamentan y sacan impuestos de él. Hago pues moción para que el Congreso formule un voto de protesta contra la tolerancia de los gobiernos al sostener y explotar la prostitución femenina, que es para la mujer moderna su mayor dolor y su mayor vergüenza.”  Así, a propuesta de Lanteri, el Primer Congreso Feminista Internacional de Argentina votó afirmativamente su moción contra “esa ignominia” (319). En el mismo acto, se reconoció la necesidad de dictar leyes contra el lenocinio (art. 1), de brindar educación adecuada a las mujeres para que pudieran desempeñar otro tipo de actividades para vivir (art. 2), de crear asilos y lugares de amparo para las mujeres (art. 3) y de derogar las ordenanzas que autorizaban a las menores de edad a “inscribirse en el Departamento de Salubridad” (ar. 4).


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Transcurridos más de cien años ¿cuál es la situación en general en la que nos encontramos? Vale la pregunta porque complejidad actual de las cuestiones vinculadas a la prostitución exigen desarrollar nuevos argumentos y estrategias de análisis. La perspectiva de género que adoptamos habitualmente en el análisis de los problemas sociales no significa que deseemos poner a las mujeres como objeto de observación y de estudio, menos aún como responsables primarias del actual estado de cosas, sino, como subraya Ana Rubio Castro, hacer visibles y explicar el carácter y el significado de las relaciones entre los sexos, así como los roles culturales y las funciones sociales asignadas a cada uno de ellos.2
En primer término, al menos en nuestro país, tenemos “las leyes” que solicitaba Lanteri hace más de cien años. Independientemente de la “calidad” de las leyes, la estrategia legal no es suficiente. Es preciso, como mínimo, modificar conductas y estereotipos, revisar y proponer cambios económicos, revisar criterios y viejos análisis del tema. Sin embargo, parece haber acuerdo entre lxs expertxs –al menos europeas y estadounidenses- en que un mayor conocimiento del fenómeno de la prostitución no se está transformando en una mayor toma de conciencia activa en contra de ella. Por un lado, algunas estudiosas -como Nuria Varela- advierten sobre ciertas señales de “fatiga social” de la sociedad toda en general y de las activitas en particular para enfrentar el problema de la re-naturalización de la prostitución y/o la saturación de información (trivializada) vinculada a redes de captación y de trata. Esto generaría una suerte de acostumbramiento, de insensibilidad o de anestesia social ante una situación que (¿como nunca?) adquiere proporciones internacionales.3
Se impone así, una tendencia al ocultamiento, el disimulo y la inacción. 
  Por otro lado, puesta en crisis de la moral victoriana (como la denomina Foucault) que la condenaba como “una ignominia” o “un lenocinio”, por mencionar las palabras con que la identifica Lanteri (supra), en las últimas décadas se han producido o resignificado un conjunto de teorías que obligan a replantean el lugar de la prostitución. 
En efecto, en conjunto, se ubican en una posición legalista y entienden la prostitución como un “trabajo”. Reemplazan así la palabra “prostituta” (o simplemente “puta”), que es descalificatoria, por “trabajadora sexual” o “trabajadora del sexo” y al mismo tiempo 
habilitan al colectivo a hablar en voz propia.4
 Incluso, parte del argumento es que bajo un orden patriarcal como el presente cualquier mujer puede ser llamada “puta”, ser pasible de “esclavitud sexual” o víctima del “tráfico de mujeres”. Este cambio en el vocabulario y, consecuentemente en la conceptualización de la problemática, rompe con la mirada tradicional -monolítica y estereotipada- que la regía y analizaba, poniendo el acento en la “victimización” de las prostitutas como incapaces morales e intelectuales.5 
Profundizando en esta línea, directa o indirectamente, se adopta la noción de “libre consentimiento” o de “libre elección” para reforzar la homologación sin más de la prostitución con un trabajo (o profesión) basado en la “libre administración del capital erótico”6 y de la  “autodeterminación sexual”.7
Por su parte, la Declaración de las Naciones Unidas sobre la erradicación de todo tipo de violencia contra las mujeres (1993) inscribe la prostitución y la trata de personas como formas de violencia. Sin pretender realizar una enumeración exhaustiva, el Art. 2° de dicha Declaración delimita actos que constituyen específicamente violencia contra las mujeres. En ese marco, en el inciso 2.b condena: “La violencia física, sexual y psicológica perpetuada dentro de la comunidad en general, inclusive la violación, el abuso sexual, el acoso y la intimidación sexuales en el trabajo, en instituciones educacionales y en otros lugares, la trata 
de mujeres y la prostitución forzada.” Llamo la atención sobre la afirmación de “prostitución forzada”: ¿Implica esto que la Declaración de las Naciones Unidas, por omisión, acepta como válida la prostitución como un producto basado en los argumentos de la “libre elección” de las 
mujeres o alguna otra teoría similar? Entonces, ¿Qué significa en estos casos “libre 

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 Tradicionalmente, se ha entendido la prostitución como una institución social no deseable, pero necesaria para canalizar “la irrefrenable potencia sexual de los varones”. 
Esto paradójicamente estableció una estrecha relación entre matrimonio y prostitución; mientras que el matrimonio representa el espacio definido como “correcto” para el ejercicio de relaciones sexuales entre mujeres y varones, la prostitución, por el contrario, es vista como el espacio “no deseable, pero necesario” para encauzar las necesidades específicas de la sexualidad masculina, no canalizables dentro del matrimonio.9
 Con esta descripción presente, y antes de continuar con la argumentación, sintetizo a continuación los rasgos fundamentales de los distintos modelos teóricos que históricamente se han implementado para analizar en general el tema de la prostitución. 
Sigo a grandes rasgos el esquema de la jurista española Ana Rubio Castro.10
 1- Prohibicionismo: este modelo no diferencia el sujeto activo del pasivo de la prostitución. No se repara en la pobreza, la marginalidad, la ausencia de derechos, la desigualdad de poder, etc., en la que se encuentran muchas mujeres prostitutas cuyas circunstancias no son consideradas relevantes. 
 2- Pro-legalización: como posición opuesta, sostiene que visibilizar la prostitución y legalizarla es la mejor manera de luchar contra la violencia, la marginalidad y la falta de protección de los derechos humanos de las mujeres prostitutas. Se acabaría de ese modo con la clandestinidad y la estigmatización. La legalización obligaría a “pagar impuestos” y acabaría con el mercado de ganancias “en negro”. 
 3- Reglamentarismo: (de aplicación sobre todo en el siglo XIX), supone en la práctica aceptar la prostitución y abrir la vía hacia su legalización centrándose en el control sanitario, espacial o administrativo de los establecimientos “habilitados” a los fines del ejercicio de la prostitución. Se responde así a la presión ciudadana contra la prostitución de calle. A diferencia del modelo anterior, no se fundamenta en la libertad individual o en el derecho a trabajar, sino en razones de salud pública, de orden 


 4- Abolicionismo: tiene como objetivo erradicar la prostitución. Comparte con el prohibicionismo su valoración negativa de la prostitución. Pero valora diferenciadamente la responsabilidad de la mujer prostituta y del proxeneta. Por eso no propugna la sanción de quien ejerce la prostitución, sino que ilegaliza y sanciona el proxenetismo y, en muchos casos, condena al “cliente” considerado un “prostituyente” o copartícipe necesario de la situación de prostitución. Se suele criticar al abolicionismo desde el punto de mira del empresariado del sexo, las asociaciones de prostitutas y desde ciertos sectores del feminismo que sitúan los derechos individuales por sobre las condiciones de elección y ejercicio de esos mismos derechos. 

Si el esquema que acabo de sintetizar responde a una lectura tradicional del problema, forman parte del marco actual de debate y de las posibles respuestas a las preguntas del apartado anterior, los cambios tecnológicos y la mundialización de la economía. Es decir que, en la medida en que las sociedades occidentales comenzaron a romper con la moral sexual victoriana, que la “píldora” permitió separar la sexualidad del embarazo y la procreación, y que se fueron desarrollando proyectos sociales más igualitarios, se comenzó a considerar injustificado el argumento de la “necesidad” de la prostitución y se lo tachó de políticamente incorrecto. A grandes rasgos, los sesenta vieron –a nivel occidental- una marcada baja de las prácticas de prostitución, situación que se ha revertido aceleradamente en las últimas décadas. 
 En efecto, si bien la prostitución nunca desapareció del imaginario social colectivo -que se identifica como “patriarcal”- y remite a lo que Ana de Miguel denominó la “ideología de la prostitución” -tolerada en una variedad de situaciones-, las cifras actuales tanto de prostitución cuanto de trata y de tráfico de personas con fines de explotación sexual han adquirido dimensiones también “globalizadas”.11
 Ciertamente, el marco general de la globalización ha modificado las prácticas de la prostitución y las formas de captación y trata de personas para fines de explotación sexual. Las razones morales y religiosas que en el pasado avalaron los planteamientos prohibicionistas y reglamentistas hoy son poco insostenibles en una sociedad laica que, como la nuestra, propugna y defiende la libertad de conciencia y la separación de la Iglesia y el Estado. En estos términos, el Derecho sólo puede dar cabida ciertos principios morales que se consideren esenciales para el logro de un orden social justo. Esto implica que su protección y respeto incumbe a todos por igual, ya sean mujeres, varones o trans, jóvenes o viejos, de un partido político o de otro, no existiendo excepciones basadas en la especificidad de la sexualidad masculina. Se trata de ideales morales que son imprescindibles para conformar una sociedad democrática que respete los Derechos Humanos, tal como están establecidos en la Constitución, para todxs y cada unx de sus miembrxs. 
 Por eso, uno de los desafíos de nuestra época es no aceptar el planteo del tema de la prostitución tal como la sociedad patriarcal nos lo está presentando: Ni debemos abandonar a las mujeres en situación de prostitución -para que puedan salir de ella si así lo desean- ni debemos negarles la palabra; pero tampoco podemos considerar que la prostitución es un trabajo sin más, analogable a cualquier otro regido por las mismas normas de consumo y explotación. Entonces, ¿Qué posición podemos adoptar para fundamentar el modelo abolicionista, tal como hoy se lo necesita? 

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 Que la liberación sexual de los sesenta no se haya consolidado en una baja sostenida en el tiempo de la prostitución permite, al menos, realizar algunas conjeturas: la prostitución no es la manifestación del amor, ni nunca lo fue (salvo en Pretty Woman); no es una cuestión de “satisfacción del deseo” masculino, que puede alcanzarse con una pareja estable, inestable o consensuada sin pago; no es la consecuencia de la represión sexual victoriana de las mujeres, que en su frigidez limitan la sexualidad masculina … 
La pregunta es ¿por qué la mayoría de los varones necesita aún de la prostitución? (Y la formulo en estos términos porque claramente se trata de una actividad fuertemente feminizada). Desde luego es curioso que la desvalorización extrema que tradicionalmente ha 
recaído sobre las prostitutas, nunca haya recaído con la misma intensidad sobre los clientes, que siempre han logrado mantenerse al margen, e inmunes, a la valoración moral y social de la prostitución. (De ahí haya quienes defienden el término “prostituidor” y no “cliente” para la relación que se establece con quien está en situación de prostitución). Una respuesta posible es que el orden patriarcal los encubre.12 Si esto es así, es 
fundamental que tengamos en cuenta que el sexismo anclado en ese orden ideológico desemboca necesariamente en la naturalización de la prostitución, invisibilizando que se trata de un constructo multidimensional que no puede ser abordado desde un solo y único punto de mira, convenientemente centra en la moral de la prostituta. 
 Esto me permite generar una hipótesis: si la prostitución no es una cuestión vinculada al “exceso de la irrefrenable potencia sexual de los varones” y tampoco es una cuestión de deseo o de placer sexual, entonces es fundamentalmente una cuestión de ejercicio de poder sobre las mujeres en situación de prostitución, en particular, y por extensión sobre todas las mujeres, en general, en tanto potencialmente “prostituíbles”. 
Ahora bien, la vulnerabilidad de las mujeres como potencialmente “prostituíbles” (o de quienquiera que esté en posición mujer) promueve, por un lado, una disfunción básica y estructural en las creencias y las normativas de la sociedad de modo tal que el interés general masculino hegemónico justifica la prostitución en términos de “sus necesidades”, “sus deseos” y “sus placeres”. Sólo tardíamente resignifica los argumentos de promoción del derecho de la libre elección de las mujeres para convertir toda la situación estructural en “políticamente correcta”. 
 Este cambio de fundamentación de la prostitución en base a los argumentos de la libertad individual y de la “libre empresa”, produce un giro que va de la histórica valoración negativa (fundamentalmente moral y médica) de la prostitución a su valoración en términos de compra de servicios sexuales, basados en la libre expresión de los deseos, la búsqueda del placer sexual, o simplemente, en términos de una actividad más vinculada al ocio, como lo es el turismo sexual. Incluso, se la justifica sobre la base del derecho a la experimentación humana de las posibilidades y límites del placer y del deseo. De ese modo, ese conjunto de argumentos logra establecer una potente coherencia entre la prostitución y los ideales de una sociedad [pseudo]democrática. 
 Pero algo falla: en principio, la reciprocidad y la simetría de obligaciones, derechos y placeres que los y las “iguales” deberían tener en una sociedad democrática. 
En el marco de la ideología de la prostitución, la libre expresión del deseo, del placer y su satisfacción, compete a los varones clientes o prostituyentes, lo que sesga el supuesto pacto igualitario en que se basan esos servicios. Es decir, las condiciones de inicio del “pacto de prostitución” están sesgadas estructuralmente por el poder patriarcal en múltiples y complejos niveles. Por tanto, la prostitución se ve atravesada también por cuestiones de clase, por lo que, a los argumentos neoliberales del cuentapropismo sexual, en términos de venta voluntaria de servicios, le caben en principio todas las críticas afines a cualquier otra explotación y “racionalización” capitalista o neoliberal de servicios; más el plus agregado propio de la actividad, a lo que hacíamos referencia supra.13

 Por eso, uno de los problemas más importantes que se sigue de la instalación de los argumentos de la “libertad de elección” en defensa de la prostitución es que no distinguen entre condiciones históricas, estructurales y habituales de venta y compra de servicios sexuales. En las últimas décadas, la hegemonía política del neoliberalismo fomenta unas relaciones de poder-patriarcal muy peculiares, a la vez que favorece la adopción de ciertos discursos elaborados sobre la base del derecho a la propia elección, tomado de otros contextos de modo tan eficaz como imprevisto. Tal el caso de los sorprendentes análisis de la filósofa Martha Nussbaum.14
 Sin embargo, este discurso de “los derechos” paradojalmente se ha expandido entre las mujeres en situación de prostitución, quienes ensayan alternativas para resignificar sus vidas, mediante diversos mecanismos pragmáticos de empoderamiendo. 
Como creo que se trata de una consecuencia positiva que debemos explicar y entender en términos feministas, brevemente retomo un análisis que sobre el tema del insulto realicé hace años.15 Parto, entonces, de la inscripción discursiva de la mujer en situación de prostitución en términos de “puta”. Ahí, lxs sujetxs prostituidos se inscriben en el espesor del lenguaje como sujetxs-sujetadxs, para “cumplir con un libreto” que les viene prescripto desde las estructuras del poder, al punto de convertirlo en “normal”: la prostitución –ya se sabe- es un “mal necesario”, justificado tanto por el hombre común como por Georges Bataille, por poner sólo un ejemplo.16
Ese sitio-normal-puta que la ideología patriarcal de la prostitución ha naturalizando, abre el camino a su resignificación La violencia del poder-patriarcal que genera exclusión a partir de la palabra violenta: el insulto “puta”. Sin embargo, metalépticamente, esto permite marcar un límite y habilitar una transgresión. Si bien, como advierte Butler, insultar es una de las primeras formas de daño lingüístico que aprendemos, los nombres que nos endilgan no sólo son injuriosos.17 Por el contrario, el insulto que se nos confiere constituye una de las condiciones por las que en tanto sujetos estamos constituidxs en el lenguaje. Por tanto, además del poder interpelativo e injuriante del lenguaje, la agencia lingüística de unx individux se inscribe precisamente en ese lugar de vulnerabilidad para –en palabras de Butler- gracias a un anclaje 
pasional ponerse en situación de agente lingüístico y responder activamente.18
Precisamente ese lugar tradicional es el que se revierte para instaurar agencia. Esa es la estrategia que, a mi juicio, están implementando las mujeres en situación de prostitución al sindicalizarse. Pero ese paso, si bien necesario, es sólo el inicio de muchos otros. 
 En principio, porque entendida la prostitución como “venta de servicios”, en un marco neoliberal como el actual, se encubre a los “clientes” o “prostituidores”, los proxenetas, las redes de captación y trata y las relaciones de prostitución forzada o inducida bajo el mando de “derechos del consumidor” más que como “derechos de la ofertante”. En suma, me refiero a que las condiciones de inicio de la mujer, la muchacha o la niña a la situación de prostitución deben situarse en un primer plano del debate. Porque otra pregunta que me formulo es ¿a qué edad y bajo qué circunstancias una mujer “elije” la prostitución como su proyecto de vida?19 Lxs defensorxs de la “libre elección” sólo pueden dar cuenta de algunos casos de prostitución VIP, poco aplicables para la mayoría de las personas en situación de prostitución, quienes carecen de los beneficios sociales más elementales, incluyendo el derecho a la salud.20
 Por tanto, contrariamente a lo que proponen algunas defensoras del feminismo liberal y los movimientos de profesionales del sexo que pugnan por la normalización de su actividad,21 desde un feminismo radical -a la manera del de MacKinnon- no se considera posible entender esta actividad como una forma de trabajo. En principio, porque la prostitución está enraizada en profundas desigualdades de género, que son cuanto menos históricas y estructurales.22 Como bien lo advierte Carole Pateman, el tipo de argumento que hace de la prostitución un trabajo como cualquier otro, es la 
 teoría del libre contrato, pero sobre esa base, se ignoran las condiciones estructurales de 
ese mismo “contrato”. 23 En otras palabras, se presupone que las mujeres en situación de prostitución tienen igual capacidad contractual que los proxenetas, los “clientes” y las redes de trata nacionales e internacionales. Y esto no es así. 

*** 

Sin embargo, no parece posible avanzar en el desarrollo del planteamiento abolicionista ignorando o menospreciando los argumentos que acabamos de revisar. En primer lugar, hay que reconocer las dificultades que a lo largo de la historia han tenido los planteamientos abolicionistas por haber alentado propuestas contrarias a las del conjunto de creencias y de valores imperantes en la sociedad. En ese sentido, el planteamiento abolicionista es también un discurso fuertemente ideológico que quiere una sociedad libre, pero también igualitaria, justa y equitativa para todxs en el marco de un Estado democrático, social y no sexista. Esto constituye un compromiso que se impone tanto a los poderes públicos como a la ciudadanía, incluidos los clientes e incluida la prostitución, ya que no pueden quedar fuera de los límites que le impone la democracia igualitaria a las instituciones sociales. Quizá por todo esto, se le critica también al abolicionismo que “no es práctico”. Con todo, reconocer que para que las 
personas ejerzan su libertad individual necesitan algo más que la ausencia de coacción, es reclamar opciones y políticas públicas reales entre las que poder elegir, es tener acceso a recursos, oportunidades y reconocimientos igualitarios. Cuando estas circunstancias no se dan, o se dan para unos pocos, la libertad también es un bien real sólo para esos mismos pocos. 
Por todo eso, y dada que la jerarquización diferenciada que el paradigma patriarcal hace de las personas, estoy habilitada a incluir las teorías de la “administración privada del capital erótico-libidinal”, “la prostitución consentida”, “la libre elección de la prostitución como trabajo” o “como una forma de vida”, que esgrimen varones y liberales, dentro del marco de las denominadas “nuevas misoginias” en tanto ellos son, en general, los varones sus beneficiarios directos. En cambio, dada la situación histórica de subordinación de las mujeres, en tanto se sitúan en la reclamación de derechos que siempre les fueron negados, el significado de sus acciones es otro: en principio, se resignifican corriéndose del lugar de la víctima y del lugar de la pasividad. 
 Se resignifican qua lo que se designa que son (prostitutas, putas, meretrices, rameras, etc.) para anclarse fuertemente en el único lugar que tienen y construirse empoderadamente en agentes de derechos. Justamente ahí es donde el abolicionismo tiene que venir a darles la mano para que puedan salirse de una actividad que constituye un grave atentado contra los Derechos Humanos de las humanas y (de todxs aquellxs que se encuentran en una posición feminizada, trans, niños/as). Porque la prostitución es una manifestación de violencia contra las mujeres y un signo inequívoco de explotación. 
 En suma, siguiendo nuevamente a Ana Rubio Castro, sintetizo los pedidos básicos del abolicionismo. Que 

(i) se desarrollen políticas de cooperación internacional que traten de ayudar a 
las mujeres a abandonar la prostitución, en tanto las condiciones económicas 
y sociales de muchos países la fomentan. 

(ii) se impongan modelos de justicia constitucional y social y los compromisos 
internacionales en materia de igualdad entre los sexos; se lleven a cabo 
campañas de información, sensibilización y debate sobre la sexualidad 
diferenciada en función del sexo. 

(iii) se sancione eficazmente el proxenetismo, el clientelismo y toda forma de 
captación y trata. Y, por último, 

(iv) que se adopte un conjunto de medidas socio-laborales y sanitarias, 
desarrolladas de modo integral, para que tanto las mujeres que desean 
abandonar la prostitución, como las que desean mantenerse en ella, cuenten 
con los instrumentos necesarios para tener garantizados sus derechos 
sociales y económicos básicos; es decir cuenten con los derechos plenos de 
la ciudadanía. 

 Algunxs consideran que estos pedidos constituyen la dimensión utópica del proyecto abolicionista. Sin embargo, lejos de descalificar la utopía –a la que me he referido en otros artículos- quiero subrayar una vez más que sin utopía la práctica política es ciega. La utopía social y política es imprescindible para recuperar la pasión de hacer de las instituciones los elementos dinámicos de la transformación hacia una sociedad más justa. 
 Dejo de lado muchas cuestiones. 
Quiero agradecer a las organizadoras de estas Jornadas el trabajo realizado y manifestarles mi certeza de que serán un aporte fructífero al mejor planteamiento de problemas, diálogos y soluciones. 

Notas:
1-ACTAS del Primer Congreso Femenino [1910], Córdoba, Universidad Nacional de Córdoba, 2008, pp. 317-320. 
2-Rubio Castro, A. “La teoría abolicionista de la prostitución desde una perspectiva feminista: Prostitución 
y Política” en Aponte Sánchez, E y M.L. Femenías Articulaciones sobre la violencia contra las mujeres, La 
Plata, Edulp, 2008. 
3-Varela, N. “La nueva misoginia” Revista Europea de Derechos Fundamentales, 19.1, 2012, pp. 25-48.
4
 Osborne, R. (comp.) Trabajador@s del sexo, Barcelona, Bellaterra, 2004. 
5
 Pheterson, G. (comp.). Nosotras, las putas, Madrid, Talasa, 1992, p. 12-13. 
6
 Holgado Fernández, I. “Sobre prejuicios, estigmas, diversidad y Derecho” Seminario Internacional 
“Diversidad Cultural, Género y Derecho, Facultad de Derecho, Universidad de Málaga. Ponencia inédita, 
noviembre 9 de 2012. 
7
 Pheterson, cit., p. 15. elección” y “consentimiento”. Al menos ¿Es un consentimiento informado? ¿Quién 
informa?8

8
 De Miguel, A. “La prostitución de mujeres: una escuela de desigualdad humana” Revista Europea de 
Derechos Fundamentales, 19.1, 2012, pp. 49-74. 
9
 Rubio Castro, cit.
10 Rubio Castro, citpúblico, de protección de los menores, de lucha contra la delincuencia y la inmigración 
ilegal, entre otras. Por último, 



11 de Miguel, cit, p. 55.
12 Femenías, M.L. “La revolución genérica” en Hiparquia, III, 1990. Disponible en 
http://www.hiparquia.fahce.unlp.edu.ar/

13 Quiero destacar que, en el otro extremo del espectro político, ni el socialismo soviético ni ningún otro 
gobierno marxista que conozcamos (incluida Cuba) ha logrado revertir la estructura patriarcal que hace de 
la prostitución una de sus consecuencias más visibles. 
14 Nussbaum, M. Sex and Social Justice, Oxford, University Press, 1999. Sobre la base de los 
argumentos liberales de “libre elección”, Nussbaum elabora los argumentos más potentes de los últimos 
años en torno a la prostitución como trabajo libremente elegido.
15 Femenías, M.L. “Las tramas de la heterodesignación” en Beristáin, H. y G. Ramírez Vidal (comps.) 
Crisis de la historia, México, UNAM, 2009, pp. 167-184. 
16 Bataille, G. L´erotisme, Paris, Minuit, 1957 y reediciones. Para un extenso análisis de esta cuestión, cf. 
Puleo, Alicia, Dialéctica de la sexualidad, Madrid, Cátedra, 1992, pp.131 y ss.

17 Butler, J. Bodies that matter, new York, Routledge, 2003, p.188 ss. 
18 Butler, J. Bodies that matter, especialmente p. 223 y ss. 
19 Galindo, M. y Sánchez, S. Ninguna mujer nace para puta, Rosario, La vaca editora, 2007. 
20 Fernández Michelli, S. “Prostitución: entre lo imposible y lo prohibido: El cuerpo peligroso de las 
mujeres” en Femenías, M.L. “Barrer debajo de la alfombra las “relaciones peligrosas” Coordinación del 
Dossier y presentación en Mora, 15, 2009, pp. 85-166. 
21 Ramalho, N. “O trabalho sexual: discursos e práticas dos assistentes sociais em debate” Sexualidad, 
Salud y Sociedad - Revista Latinoamericana, 12, dezembro, 2012.
22 MacKinnon, C. Hacia una teoría feminista del Estado, Madrid, Cátedra, 1995.
23 Pateman,. C. El contracto sexual, Barcelona, Anthropos, 1998, p. 288.