lunes, 18 de marzo de 2013

Ponencia:Trata y tráfico de mujeres: el Estado, el método de desaparición y el mercado de la prostitución." Expositora: Mariana Smaldone




TERCERAS JORNADAS NACIONALES ABOLICIONISTAS SOBRE 
PROSTITUCIÓN Y TRATA DE MUJERES Y NIÑAS/OS
2012






Ponencia:Trata y tráfico de mujeres: el Estado, el método de desaparición y el mercado de la prostitución


Expositora: Mariana Smaldone

Datos biográficos :
Feminista. Profesora de Filosofía (UBA). Actualmente está desarrollando su proyecto de tesis doctoral que lleva como título: “Conciencia y concienciación en Simone de Beauvoir. Recepción y análisis de los entrecruzamientos de género y clase en la construcción del nosotras”; becaria del IdIHCS (UNLP)-CONICET.

Correo electrónicointismal@hotmail.com


Eje temático: Responsabilidad  del Estado y otras  instituciones en relación a la prostitución y la trata de personas con fines de explotación sexual. Complicidades de los distintos estamentos del estado.




Trata y tráfico de mujeres: el Estado, el método de desaparición 
y el mercado de la prostitución

De gran proxeneta lo tenemos al Estado
Sonia Sánchez, 2007



Introducción
   En Argentina, como en muchos países latinoamericanos, la cuestión de la prostitución, conjuntamente al de la trata y tráfico de mujeres, niñas y niños, es un problema no resuelto y que con los años se agrava. El abordaje de la complejidad del tema de la trata de mujeres muestra al tiempo un problema estructural y la vigencia del sistema patriarcal subyacente al funcionamiento del capitalismo. Puesto que lo que está en juego es la cosificación y mercantilización de la mujer.
   En particular, los actores de la impunidad, los proxenetas y los responsables de las redes de trata, se encuentran respaldados por políticas que por omisión o por complicidad facilitan el operar delictivo. El número de desapariciones de mujeres y niñas  alarman e indican la impunidad en el país.
   En los inicios del Estado argentino, diferentes facciones tomaron posición al respecto del debate de la prostitución y el problema de la trata y tráfico de mujeres. A principio del siglo XX se hablaba de “la trata de blanca”, porque aún se consideraba que las mujeres afrodescendientes o de los pueblos originarios de América, podían tratarse como mercancía o determinadas al trabajo servil. En todo caso, se debatía sobre el destino de las mujeres migrantes principalmente de Europa que caían en las redes de trata con fines de explotación sexual.
   En el contexto de entreguerras, el nivel de inmigración en la Argentina era muy alto, sobre todo de mujeres que quedan desamparadas y sin medios para la subsistencia en numerosos países de la Europa arrasada por la Primera Guerra Mundial. En su mayoría las mujeres eran inmigrantes judías rusas y polacas que ingresaban al país y quienes, generalmente por engaño, quedan atrapadas en la situación de prostitución. Aunque en menor medida, las mujeres migrantes del interior del país, también quedan atrapadas en el mercado de la prostitución. Esas redes de de trata y trafico tenía como responsables directos a tratantes judíos y rusos[1]. Pero actuaban con el aval y la complicidad de diferentes funcionarios del Estado, pertenecientes a diferentes ámbitos del poder. En 1928, por ejemplo, varios funcionarios policiales fueron enjuiciados por proveer documentación falsa a mujeres menores de edad. Pero cuando Hipólito Yrigoyen resulta reelecto, estos funcionarios despedidos vuelven a sus puestos (Donna Guy, 1994: 155-156).
 Por ese entonces, organismos internacionales como el Comité de Tráfico Internacional  de Mujeres y Niños, efectua investigaciones sobre trata en distintos países y promueve diferentes leyes. La Argentina es el primer país investigado por este organismo. En ese contexto, ante la presión internacional y desde la iniciativa de determinados bloques políticos, la República Argentina tomó la posición del abolicionismo frente al problema de la prostitución.
  Casi un siglo después, las redes de trata y tráfico de mujeres, niñas y niños siguen operando. Se especializaron los métodos de captación y secuestro en el marco de unos de los negocios más rentables a nivel internacional. En Argentina resulta incalculable el número diario de mujeres secuestradas-desaparecidas, atrapadas y muchas de ellas asesinadas por estas redes de trata con fines de explotación sexual.
   Nos interesa remarcar que en el mecanismo de secuestro y desaparición, como así también el de llamado “ablande” de las mujeres sometidas a la prostitución, reconocemos resabios de la última dictadura militar en Argentina. Asimismo, observamos la función de un Estado que por desatender la emergencia del problema en cuestión se convierte en uno de los mayores responsables.


El Estado y la trata de mujeres: omisión o complicidad. Resabios de la dictadura del 76´
   Entre las relaciones que se evidencian en el accionar de las redes de trata y tráfico de mujeres y la dictadura militar del ´76, la función del Estado y  la responsabilidad de funcionarios e instituciones es una de las más significativas.
   Precisamente, en el denominado  “Proceso de Reorganización Nacional” bajo el cual se ocultó una política de exterminio con el fin de allanar el camino para la aplicación del plan económico neoliberal, la responsabilidad de diversas instituciones y de funcionarios del Estado ha sido central. Por ejemplo, el rol que jugó el Poder Judicial fue crucial. La pretendida neutralidad política de la Corte Suprema no fue más que una ilusión, puesto que le reconoció legitimidad al “gobierno de facto”, desentendiéndose de su propia capacidad de control (Duhalde, 1999: 76). Otro de los ejemplos emblemáticos es la función de la Jerarquía de la Iglesia Católica, la cual participó activamente del entramado genocida, tanto al valorizar y apoyar un proceso encausado bajo el lema “Dios, Patria y Hogar”, hasta presenciar las “secciones” de tortura y “colaborar” para sacar información de los secuestrados-desaparecidos[2]. En cuanto a los medios de comunicación, estos tuvieron la función concreta de recrear una realidad mistificada, y sostener la figura del delincuente-subversivo. En el plan de Estados Unidos, y desde la doctrina del Pentágono, se estipuló el papel de los medios de comunicación. Conjuntamente con el avance de políticas y metodologías represivas, los medios de comunicación tendrían la función de convencer a la población de que estos métodos rigurosos son para su propio bien (Duhalde, 1999: 229-230). Desde los supuestos comunicadores y desde diversos sectores civiles se colaboró en justificar la situación de las víctimas, propagando la idea: “por algo será”, “algo habrán hecho”.
   Observamos así que no es poca la relación con expresiones tales como “en algo andaría”, “se fue con el novio”, justificando la desaparición de muchachas en pueblos y ciudades. En lo que respecta al Estado y a los gobiernos, al poder legislativo y al judicial, son responsables tanto por acción u omisión. Una justicia “lenta”, mandatarios que permitan “zonas liberadas”, Fuerzas de Seguridad que actúan impunemente, y diputados y senadores que votan leyes inocuas ante el crimen organizado, posibilitan el funcionamiento de las redes de tratantes. En términos de Sonia Sánchez: de gran proxeneta lo tenemos al Estado[3] (Galindo y  Sánchez, 2007:79).
   Consideramos que  las redes de trata y tráfico de personas coexisten puesto que hay una continuidad de las políticas de impunidad. En específico, la existencia de redes mafiosas que hoy operan sobre la base de una economía criminal se debe a que aún no han sido desmanteladas las redes genocidas de ayer. El creciente aumento de mujeres desaparecidas en nuestra sociedad demuestra que sigue en vigencia la metodología secuestro-desaparición-tortura con la cual se sometió y dominó a un pueblo. Hoy, el sometimiento se dirige a las mujeres; se busca perpetuar y naturalizar la dominación patriarcal guiada por fines económicos.                        
   Esta relación entre el operar de la última dictadura militar, sobre la base de fines económicos y políticos, y la actual desaparición de personas con el fin de esclavizar y explotar “comercialmente” el cuerpo de mujeres, jóvenes y niños/as, evidencia, si bien en diferentes contextos, la responsabilidad del Estado y sus actores principales.
   En el caso de la dictadura militar se buscó reafirmar el curso del sistema capitalista, eliminando a quienes se oponían y sometiendo a todo un pueblo. El objetivo fue allanar el campo político para imponer un modelo económico de hambre y miseria: el Neoliberalismo. En dicho “proceso” se dio lugar al robo y a la corrupción en todos los niveles de las Fuerzas Armadas y de sus cómplices civiles. En tal proceso genocida se legitimó, además, el robo y comercialización de recién nacidos, niños y niñas, tras el secuestro y desaparición de sus madres.
   En la actualidad, la trata de personas, esto es: el traslado, engaño o secuestro y posterior desaparición de personas, deja al descubierto un operar siniestro con fines económicos y de sometimiento. Algunas cifras nos acercan a la cruda realidad:

La ONU calcula que en 1998 se traficó con cuatro millones de personas, lo que aportó un total de siete mil millones de dólares en términos de beneficios para (…) organizaciones criminales. Esta suma incluye los giros enviados por las prostitutas a su país de origen, así como el dinero que han recibido las organizaciones y colaboradores de estos viajes[4]
  
En lo que respecta a la Argentina, se calcula que al año desaparecen más de 700 mujeres, niñas y niños; aunque, si se tiene en cuenta que este cálculo se hace en base a casos denunciados, es de imaginar que el número de desaparecidas/os es aún mayor[5]. Tan sólo con atisbar el funcionamiento de redes de trata y tráfico de personas nos desmantela los paralelismos más crudos. Por un lado, la miseria acaecida con la implementación del modelo Neoliberal llevó a las mujeres y a los hombres a buscar desesperadamente cualquier empleo que permita la supervivencia. En este panorama, por otro lado, quienes están detrás de los negociados y las lógicas comerciales propias del sistema capitalista aprovechan para apropiarse, someter y esclavizar a seres humanos, particularmente mujeres, niñas y niños. La continuidad de políticas de impunidad, garantizan el crecimiento de la “industria del sexo”, a la vez que aumenta el número de desaparecidas[6] para ser prostituidas.
   Análogamente a la aplicación del plan Cóndor por diferentes gobiernos dictatoriales que asolaban los países de América del Sur, en la actualidad se ha reforzado y sofisticado el operar de redes de trata y tráfico de personas a escala internacional. Sobre la base de una economía criminal se articulan el funcionamiento de redes locales o translocales con el de redes trasnacionales. Y esto en un contexto económico y político en donde se da vía libre a la “industria del sexo” o la “industria de la prostitución” como uno de los mayores negocios internacionales.
   A nivel local o translocal, ya sea en pueblos o localidades, provincias y dentro de las fronteras de un país, existen circuitos en los cuales participan distintos agentes que pueden ser caracterizados como: explotadores/as, secuestradores/as, entregadores/as y agentes secundarios. Los explotadores pueden ser los regentes que tienen lugares físicos (prostíbulos, cabarets, whiskerías, etc.) o los proxenetas que no tienen un lugar físico y que “alquilan” a las mujeres o a los niños a los regentes. Quienes se encargan del traslado, engaño, generalmente ofreciendo empleo, o del rapto son los secuestradores/as. Asimismo quienes “marcan” a las mujeres y les dan datos a los secuestradores son los entregadores/as; generalmente son conocidos de las mujeres, ya que resultan ser vecinos, familiares, amigos, novios, etc. Quienes trabajan con los explotadores realizando tareas tales como venta de ropa, peluquería, limpieza, etc. son los llamados agentes secundarios.
   Pero claro está que estos operadores o agentes mafiosos no podrían actuar sin el aval de los responsables de instituciones del Estado. Nos referimos principalmente a las Fuerzas de Seguridad (policía, prefectura naval, gendarmería) y funcionarios (políticos y judiciales) quienes garantizan la impunidad de los tratantes. Para que estas economías criminales sean redituables, hay un agente que es tan responsable como los tratantes mismos: el “cliente”. Existen lugares que son propicios para que se instalen y funcionen prostíbulos; suelen darse alrededor de grandes empresas (agricultoras, petroleras, de turismo, etc.) que proveen una asidua “clientela” masculina. Estos circuitos se despliegan a nivel nacional e internacional. De allí que el tráfico con inmigrantes se ha convertido en un gran negocio, especialmente para los países del llamado “Primer Mundo” que amplían a cualquier precio la “industria de la diversión”. Para que el tráfico de personas transfronterizo sea posible entran en juego además individuos encargados de confeccionar documentación falsa para menores y extranjeros, como así también empleados de empresas de transporte.
   Como se sabe, durante la última dictadura militar se diseñó e implementó una política de secuestro-desaparición masiva, desconocida hasta el momento. El secuestro era uno de los primeros pasos para “reducir” o someter a la víctima a la vez que instalaba el terror en la vía pública y en toda la sociedad. En la actualidad, el secuestro de mujeres jóvenes básicamente, muchos de ellos llevado a cabo en la vía pública, instala el miedo entre las mujeres y las familias, disciplina a las muchachas jóvenes, a la vez que demuestra la “selección” de las víctimas. Como ayer, la vigencia de la metodología de secuestro-desaparición cuenta actualmente con el aval de políticas de impunidad:
Los raptos son efectuados por un operativo tipo comando del que participan un grupo de personas. Las mujeres son interceptadas en la vía pública o en un lugar determinado, forzadas a subir a un auto. Las chicas que son raptadas son previamente investigadas, los raptos suelen suceder en sus vidas cotidianas y a plena luz del día. También se plantean situaciones extraordinarias que garantizan el rapto por medio de una persona cercana[7]
Sin ir más lejos, muchos de los que manejan los piolines de las redes de tratante a nivel local o translocal en Argentina han tenido una participación en la última dictadura militar. Los métodos de tortura aplicados a los y las “subversivos/as” son los mismos que se aplican hoy a las mujeres que se rehúsan a someterse a la lógica de comercialización de sus cuerpos. La presencia de la muerte, la ruptura con el mundo exterior: el aislamiento, la cosificación y los vejámenes psicofísicos: la pérdida de la autoestima, son algunos de las técnicas de tortura destructoras que hoy se siguen aplicando sobre mujeres secuestradas y desaparecidas con el fin de prostituirlas.


Conclusión: ¿Y el abolicionismo?

   Al acercarnos al alarmante panorama de la trata y tráfico de mujeres en Argentina, pensamos en lo alejada que están las políticas públicas de cumplir con una legislación desde la posición abolicionista. La omisión, el sentido inocuo de las leyes que pretenden combatir la trata y el hecho de dejar para después el tratamiento de la emergencia de la desaparición de mujeres y niñas, se traduce como un modo de complicidad. Estas estrategias de ocultamiento, silenciamiento y complicidad no distan en mucho de un Estado, los poderes e instituciones, que se desentendieron del accionar genocida en la última dictadura de 1976.
  Por otra parte, como se explicita en la gacetilla de esta Jornada, “la escasez de datos estadísticos elaborados por los organismos oficiales a nivel local, nacional e internacional,  sobre la cantidad de mujeres prostituidas y víctimas de la violencia de estas redes, sobre la composición de estas mismas y sus complicidades y sobre la renta que la explotación de la prostitución ajena proporciona, hacen que resulte muy difícil la lucha contra la misma”.
  La acción de un Estado que se aparta del sistema abolicionista, obtura las posibilidades de respuestas frente a la violencia del día a día, a la realidad de que muchas mujeres, jóvenes y niñas ya no están.


Bibliografía

Duhalde, Luis Eduardo: El Estado terrorista argentino. Quince años después una mirada crítica, Buenos Aires, Ed. Eudeba, 1999.
Galindo, María y Sánchez, Sonia: Ninguna mujer nace para puta, Buenos Aires, Ed. Lavaca, 2007.
Guy Donna, “¿La batalla final?”, en El sexo peligroso. La prostitución legal en Buenos Aires 1875-1955. Sudamericana, Buenos Aires, 1994
Korol, Claudia: Intervención en la Legislatura porteña (2007). http://
www.larosabrindada.blogspot.com
Sassen, Saskia: Contrageografías de la globalización: la feminización de la supervivencia. S/d.
Vassallo, Marta: Desaparecidas. Un mercado de mujeres protegido por el poder. S/d.
Peker, Luciana, “Los mercaderes del templo” en  Las/ 12, PÁGINA/ 12 Web, www.pagina12.com.ar  (16/12/05).
Cartilla no a la trata. Publicación de la Comisión No a la Trata de Río Negro y Neuquén. Nº 1 (Oct. 2007).


[1] Una de las redes más conocidas era la Sociedad de Varsovia, de traficantes de origen judío, quienes  deciden cambiar de nombre debido a las quejas de ese país, y adoptan el de Zwi Migdal. Precisamente, los hermanos  Migdal eran quienes regenteaban alrededor de 200 burdeles con 3000 mujeres. Por otro lado, estaba la Asquenasum, encabezada por su presidente, Simón Rubinstein, quien también era el responsable directo de diferentes casas de prostitución diseminados por todo el país.
[2] Unos de los casos emblemáticos fue el del capellán Christian Von Wernich quien participó en los interrogatorios a personas detenidas –desaparecidas en los Campos Clandestinos de Detención, luego juzgado por estos crímenes.
[3] Galindo, M. y  Sánchez, S. Op .cit., p. 79.
[4] Sassen, Saskia: Contrageografías de la globalización: la feminización de la supervivencia. S/d.
[5] En la Cartilla no a la trata se calcula alrededor de 500 casos de mujeres desaparecidas para ser prostituidas, en el año 2007. Ver Cartilla no a la trata Publicación de la Comisión No a la Trata de Río Negro y Neuquén. Nº 1 (Oct. 2007).
[6] Es válido remarcar que décadas atrás el grueso de las mujeres presas de las redes de prostitución pertenecían a la clase baja, y en especial en situación de migrantes; actualmente estas redes también engañan y secuestran a jóvenes pertenecientes a sectores medios.
[7] CARTILLA NO A LA TRATA. Op. cit.






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