TERCERAS
JORNADAS NACIONALES ABOLICIONISTAS SOBRE
PROSTITUCIÓN Y TRATA DE MUJERES Y NIÑAS/OS
2012
Ponencia:Trata y tráfico de mujeres: el Estado, el método de desaparición y el mercado de la prostitución
Expositora: Mariana Smaldone
Datos biográficos :
Feminista. Profesora de Filosofía (UBA). Actualmente está desarrollando su proyecto de tesis doctoral que lleva como título: “Conciencia y concienciación en Simone de Beauvoir. Recepción y análisis de los entrecruzamientos de género y clase en la construcción del nosotras”; becaria del IdIHCS (UNLP)-CONICET.
Correo electrónico: intismal@hotmail.com
Eje temático: Responsabilidad del Estado y otras instituciones en relación a la prostitución y la trata de personas con fines de explotación sexual. Complicidades de los distintos estamentos del estado.
Trata y tráfico de mujeres: el Estado, el método de desaparición
y el mercado de la prostitución
De
gran proxeneta lo tenemos al Estado
Sonia Sánchez, 2007
Introducción
En Argentina,
como en muchos países latinoamericanos, la cuestión de la prostitución, conjuntamente
al de la trata y tráfico de mujeres, niñas y niños, es un problema no resuelto
y que con los años se agrava. El abordaje de la complejidad del tema de la
trata de mujeres muestra al tiempo un problema estructural y la vigencia del
sistema patriarcal subyacente al funcionamiento del capitalismo. Puesto que lo
que está en juego es la cosificación y mercantilización de la mujer.
En particular, los actores de la impunidad, los proxenetas y los
responsables de las redes de trata, se encuentran respaldados por políticas que
por omisión o por complicidad facilitan el operar delictivo. El número de
desapariciones de mujeres y niñas alarman e indican la impunidad en el país.
En los inicios del Estado argentino, diferentes facciones tomaron posición
al respecto del debate de la prostitución y el problema de la trata y tráfico
de mujeres. A principio del siglo XX se hablaba de “la trata de blanca”, porque
aún se consideraba que las mujeres afrodescendientes o de los pueblos
originarios de América, podían tratarse como mercancía o determinadas al
trabajo servil. En todo caso, se debatía sobre el destino de las mujeres
migrantes principalmente de Europa que caían en las redes de trata con fines de
explotación sexual.
En el contexto de entreguerras, el nivel de inmigración en la Argentina
era muy alto, sobre todo de mujeres que quedan desamparadas y sin medios para
la subsistencia en numerosos países de la Europa arrasada por la Primera Guerra
Mundial. En su mayoría las mujeres eran inmigrantes judías rusas y polacas que
ingresaban al país y quienes, generalmente por engaño, quedan atrapadas en la
situación de prostitución. Aunque en menor medida, las mujeres migrantes del
interior del país, también quedan atrapadas en el mercado de la prostitución. Esas
redes de de trata y trafico tenía como responsables directos a tratantes judíos
y rusos[1]. Pero
actuaban con el aval y la complicidad de diferentes funcionarios del Estado,
pertenecientes a diferentes ámbitos del poder. En 1928, por ejemplo, varios
funcionarios policiales fueron enjuiciados por proveer documentación falsa a
mujeres menores de edad. Pero cuando Hipólito Yrigoyen resulta reelecto, estos
funcionarios despedidos vuelven a sus puestos (Donna Guy, 1994: 155-156).
Por
ese entonces, organismos internacionales como el Comité de Tráfico
Internacional de Mujeres y Niños, efectua
investigaciones sobre trata en distintos países y promueve diferentes leyes. La
Argentina es el primer país investigado por este organismo. En ese contexto,
ante la presión internacional y desde la iniciativa de determinados bloques
políticos, la República Argentina tomó la posición del abolicionismo frente al
problema de la prostitución.
Casi un siglo después, las redes de trata y tráfico de mujeres, niñas y
niños siguen operando. Se especializaron los métodos de captación y secuestro en
el marco de unos de los negocios más rentables a nivel internacional. En
Argentina resulta incalculable el número diario de mujeres
secuestradas-desaparecidas, atrapadas y muchas de ellas asesinadas por estas
redes de trata con fines de explotación sexual.
Nos interesa remarcar que en el mecanismo de secuestro y desaparición,
como así también el de llamado “ablande” de las mujeres sometidas a la
prostitución, reconocemos resabios de la última dictadura militar en Argentina.
Asimismo, observamos la función de un Estado que por desatender la emergencia
del problema en cuestión se convierte en uno de los mayores responsables.
El Estado y la trata de mujeres:
omisión o complicidad. Resabios de la dictadura del 76´
Entre
las relaciones que se evidencian en el accionar de las redes de trata y tráfico
de mujeres y la dictadura militar del ´76, la función del Estado y la responsabilidad de funcionarios e
instituciones es una de las más significativas.
Precisamente,
en el denominado “Proceso de
Reorganización Nacional” bajo el cual se ocultó una política de exterminio con
el fin de allanar el camino para la aplicación del plan económico neoliberal, la
responsabilidad de diversas instituciones y de funcionarios del Estado ha sido
central. Por ejemplo, el rol que jugó el Poder Judicial fue crucial. La
pretendida neutralidad política de la Corte Suprema no fue más que una ilusión,
puesto que le reconoció legitimidad al “gobierno de facto”, desentendiéndose de
su propia capacidad de control (Duhalde, 1999: 76). Otro de los ejemplos
emblemáticos es la función de la Jerarquía de la Iglesia Católica, la cual
participó activamente del entramado genocida, tanto al valorizar y apoyar un
proceso encausado bajo el lema “Dios, Patria y Hogar”, hasta presenciar las
“secciones” de tortura y “colaborar” para sacar información de los
secuestrados-desaparecidos[2]. En cuanto a los medios de
comunicación, estos tuvieron la función concreta de recrear una realidad
mistificada, y sostener la figura del delincuente-subversivo.
En el plan de Estados Unidos, y desde la doctrina del Pentágono, se estipuló el
papel de los medios de comunicación. Conjuntamente con el avance de políticas y
metodologías represivas, los medios de comunicación tendrían la función de convencer a la población de que estos
métodos rigurosos son para su propio bien (Duhalde, 1999: 229-230). Desde los supuestos
comunicadores y desde diversos sectores civiles se colaboró en justificar la situación
de las víctimas, propagando la idea: “por algo será”, “algo habrán hecho”.
Observamos
así que no es poca la relación con expresiones tales como “en algo andaría”,
“se fue con el novio”, justificando la desaparición de muchachas en pueblos y
ciudades. En lo que respecta al Estado y a los gobiernos, al poder legislativo y
al judicial, son responsables tanto por acción u omisión. Una justicia “lenta”,
mandatarios que permitan “zonas liberadas”, Fuerzas de Seguridad que actúan
impunemente, y diputados y senadores que votan leyes inocuas ante el crimen organizado, posibilitan el
funcionamiento de las redes de tratantes. En términos de Sonia Sánchez: de gran proxeneta lo tenemos al Estado[3]
(Galindo y Sánchez, 2007:79).
Consideramos
que las redes de trata y tráfico de
personas coexisten puesto que hay una continuidad de las políticas de
impunidad. En específico, la existencia de redes mafiosas que hoy operan sobre
la base de una economía criminal se
debe a que aún no han sido desmanteladas las redes genocidas de ayer. El
creciente aumento de mujeres desaparecidas en nuestra sociedad demuestra que
sigue en vigencia la metodología secuestro-desaparición-tortura con la cual se
sometió y dominó a un pueblo. Hoy, el sometimiento se dirige a las mujeres; se
busca perpetuar y naturalizar la dominación patriarcal guiada por fines
económicos.
Esta
relación entre el operar de la última dictadura militar, sobre la base de fines
económicos y políticos, y la actual desaparición de personas con el fin de
esclavizar y explotar “comercialmente” el cuerpo de mujeres, jóvenes y
niños/as, evidencia, si bien en diferentes contextos, la responsabilidad del
Estado y sus actores principales.
En
el caso de la dictadura militar se buscó reafirmar el curso del sistema
capitalista, eliminando a quienes se oponían y sometiendo a todo un pueblo. El
objetivo fue allanar el campo político para imponer un modelo económico de
hambre y miseria: el Neoliberalismo. En dicho “proceso” se dio lugar al robo y
a la corrupción en todos los niveles de las Fuerzas Armadas y de sus cómplices
civiles. En tal proceso genocida se legitimó, además, el robo y
comercialización de recién nacidos, niños y niñas, tras el secuestro y
desaparición de sus madres.
En la actualidad, la trata de personas, esto es: el
traslado, engaño o secuestro y posterior desaparición de personas, deja al
descubierto un operar siniestro con fines económicos y de sometimiento. Algunas
cifras nos acercan a la cruda realidad:
La
ONU calcula que en 1998 se traficó con cuatro millones de personas, lo que
aportó un total de siete mil millones de dólares en términos de beneficios para
(…) organizaciones criminales. Esta suma incluye los giros enviados por las
prostitutas a su país de origen, así como el dinero que han recibido las
organizaciones y colaboradores de estos viajes[4]
En lo que respecta a la
Argentina, se calcula que al año desaparecen más de 700 mujeres, niñas y niños;
aunque, si se tiene en cuenta que este cálculo se hace en base a casos
denunciados, es de imaginar que el número de desaparecidas/os es aún mayor[5].
Tan sólo con atisbar el funcionamiento de redes de trata y tráfico de personas
nos desmantela los paralelismos más crudos. Por un lado, la miseria acaecida
con la implementación del modelo Neoliberal llevó a las mujeres y a los hombres
a buscar desesperadamente cualquier empleo que permita la supervivencia. En
este panorama, por otro lado, quienes están detrás de los negociados y las
lógicas comerciales propias del sistema capitalista aprovechan para apropiarse,
someter y esclavizar a seres humanos, particularmente mujeres, niñas y niños.
La continuidad de políticas de impunidad, garantizan el crecimiento de la
“industria del sexo”, a la vez que aumenta el número de desaparecidas[6]
para ser prostituidas.
Análogamente a la aplicación del plan Cóndor
por diferentes gobiernos dictatoriales que asolaban los países de América del
Sur, en la actualidad se ha reforzado y sofisticado el operar de redes de trata
y tráfico de personas a escala internacional. Sobre la base de una economía criminal se articulan el
funcionamiento de redes locales o translocales con el de redes trasnacionales.
Y esto en un contexto económico y político en donde se da vía libre a la
“industria del sexo” o la “industria de la prostitución” como uno de los
mayores negocios internacionales.
A nivel local o translocal, ya sea en
pueblos o localidades, provincias y dentro de las fronteras de un país, existen
circuitos en los cuales participan distintos agentes que pueden ser
caracterizados como: explotadores/as, secuestradores/as, entregadores/as y
agentes secundarios. Los explotadores pueden ser los regentes que tienen
lugares físicos (prostíbulos, cabarets, whiskerías, etc.) o los proxenetas que
no tienen un lugar físico y que “alquilan” a las mujeres o a los niños a los
regentes. Quienes se encargan del traslado, engaño, generalmente ofreciendo
empleo, o del rapto son los secuestradores/as. Asimismo quienes “marcan” a las
mujeres y les dan datos a los secuestradores son los entregadores/as;
generalmente son conocidos de las mujeres, ya que resultan ser vecinos,
familiares, amigos, novios, etc. Quienes trabajan con los explotadores
realizando tareas tales como venta de ropa, peluquería, limpieza, etc. son los
llamados agentes secundarios.
Pero claro está que estos operadores o
agentes mafiosos no podrían actuar sin el aval de los responsables de
instituciones del Estado. Nos referimos principalmente a las Fuerzas de
Seguridad (policía, prefectura naval, gendarmería) y funcionarios (políticos y
judiciales) quienes garantizan la impunidad de los tratantes. Para que estas economías criminales sean redituables,
hay un agente que es tan responsable como los tratantes mismos: el “cliente”.
Existen lugares que son propicios para que se instalen y funcionen prostíbulos;
suelen darse alrededor de grandes empresas (agricultoras, petroleras, de
turismo, etc.) que proveen una asidua “clientela” masculina. Estos circuitos se
despliegan a nivel nacional e internacional. De allí que el tráfico con
inmigrantes se ha convertido en un gran negocio, especialmente para los países
del llamado “Primer Mundo” que amplían a cualquier precio la “industria de la
diversión”. Para que el tráfico de personas transfronterizo sea posible entran
en juego además individuos encargados de confeccionar documentación falsa para
menores y extranjeros, como así también empleados de empresas de transporte.
Como se sabe, durante la última dictadura
militar se diseñó e implementó una política de secuestro-desaparición masiva,
desconocida hasta el momento. El secuestro era uno de los primeros pasos para
“reducir” o someter a la víctima a la vez que instalaba el terror en la vía
pública y en toda la sociedad. En la actualidad, el secuestro de mujeres jóvenes
básicamente, muchos de ellos llevado a cabo en la vía pública, instala el miedo
entre las mujeres y las familias, disciplina a las muchachas jóvenes, a la vez
que demuestra la “selección” de las víctimas. Como ayer, la vigencia de la
metodología de secuestro-desaparición cuenta actualmente con el aval de
políticas de impunidad:
Los
raptos son efectuados por un operativo tipo comando del que participan un grupo
de personas. Las mujeres son interceptadas en la vía pública o en un lugar
determinado, forzadas a subir a un auto. Las chicas que son raptadas son
previamente investigadas, los raptos suelen suceder en sus vidas cotidianas y a
plena luz del día. También se plantean situaciones extraordinarias que
garantizan el rapto por medio de una persona cercana[7]
Sin ir más lejos, muchos
de los que manejan los piolines de las redes de tratante a nivel local o
translocal en Argentina han tenido una participación en la última dictadura
militar. Los métodos de tortura aplicados a los y las “subversivos/as” son los
mismos que se aplican hoy a las mujeres que se rehúsan a someterse a la lógica
de comercialización de sus cuerpos. La presencia de la muerte, la ruptura con
el mundo exterior: el aislamiento, la cosificación y los vejámenes
psicofísicos: la pérdida de la autoestima, son algunos de las técnicas de tortura destructoras que hoy
se siguen aplicando sobre mujeres secuestradas y desaparecidas con el fin de
prostituirlas.
Conclusión: ¿Y el abolicionismo?
Al acercarnos al alarmante panorama de la
trata y tráfico de mujeres en Argentina, pensamos en lo alejada que están las
políticas públicas de cumplir con una legislación desde la posición
abolicionista. La omisión, el sentido inocuo de las leyes que pretenden
combatir la trata y el hecho de dejar para después el tratamiento de la
emergencia de la desaparición de mujeres y niñas, se traduce como un modo de
complicidad. Estas estrategias de ocultamiento, silenciamiento y complicidad no
distan en mucho de un Estado, los poderes e instituciones, que se
desentendieron del accionar genocida en la última dictadura de 1976.
Por otra parte, como se explicita en la
gacetilla de esta Jornada, “la escasez de datos estadísticos elaborados por los organismos
oficiales a nivel local, nacional e
internacional, sobre la cantidad de mujeres prostituidas y víctimas de la
violencia de estas redes, sobre la composición de estas mismas y sus
complicidades y sobre la renta que la explotación de la prostitución ajena
proporciona, hacen que resulte muy difícil la lucha contra la misma”.
La acción de un Estado que se aparta del
sistema abolicionista, obtura las posibilidades de respuestas frente a la
violencia del día a día, a la realidad de que muchas mujeres, jóvenes y niñas ya
no están.
Bibliografía
Duhalde, Luis Eduardo: El Estado terrorista argentino. Quince años después una mirada crítica,
Buenos Aires, Ed. Eudeba, 1999.
Galindo, María y Sánchez, Sonia: Ninguna mujer nace para puta, Buenos
Aires, Ed. Lavaca, 2007.
Guy Donna, “¿La batalla final?”, en El sexo peligroso. La prostitución legal en Buenos Aires 1875-1955. Sudamericana,
Buenos Aires, 1994
Korol, Claudia: Intervención en la
Legislatura porteña (2007). http://
www.larosabrindada.blogspot.com
Sassen, Saskia: Contrageografías de la globalización: la feminización de la supervivencia.
S/d.
Vassallo,
Marta: Desaparecidas. Un mercado de
mujeres protegido por el poder. S/d.
Peker, Luciana, “Los mercaderes del templo”
en Las/ 12, PÁGINA/ 12 Web, www.pagina12.com.ar (16/12/05).
Cartilla
no a la trata. Publicación de la Comisión No a la
Trata de Río Negro y Neuquén. Nº 1 (Oct. 2007).
[1] Una de las redes más conocidas era la Sociedad de
Varsovia, de traficantes de origen judío, quienes deciden cambiar de nombre debido a las quejas
de ese país, y adoptan el de Zwi Migdal. Precisamente, los hermanos Migdal eran quienes regenteaban alrededor de 200
burdeles con 3000 mujeres. Por otro lado, estaba la Asquenasum, encabezada por
su presidente, Simón Rubinstein, quien también era el responsable directo de
diferentes casas de prostitución diseminados por todo el país.
[2] Unos de los casos emblemáticos fue el del capellán Christian Von
Wernich quien participó en los interrogatorios a personas detenidas
–desaparecidas en los Campos Clandestinos de Detención, luego juzgado por estos
crímenes.
[3] Galindo, M. y Sánchez, S. Op .cit., p. 79.
[4] Sassen, Saskia: Contrageografías
de la globalización: la feminización de la supervivencia. S/d.
[5] En la Cartilla no a la trata
se calcula alrededor de 500 casos de mujeres desaparecidas para ser
prostituidas, en el año 2007. Ver Cartilla
no a la trata Publicación de la Comisión No a la Trata de Río Negro y
Neuquén. Nº 1 (Oct. 2007).
[6] Es válido remarcar que décadas atrás el grueso de las mujeres
presas de las redes de prostitución pertenecían a la clase baja, y en especial
en situación de migrantes; actualmente estas redes también engañan y secuestran
a jóvenes pertenecientes a sectores medios.
[7] CARTILLA NO A LA TRATA. Op. cit.
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